Recopilación de artículos sobre la huelga

Posted on marzo 22, 2012

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Estadísticas sobre el fenómeno de la huelga en la España de la Constitución de 1978

La huelga es la forma de movilización más contundente que pueden usar los trabajadores en la lucha de clases. En la huelga demuestran que el sistema que alimenta, viste, transporta energía, da cobijo, permite el lujo de quienes absorben cantidades inmerecidas de renta, … no funciona si los trabajadores no acuden a su puesto de trabajo. En la huelga los trabajadores pueden sentir con mayor intensidad una identidad de clase que en otros momentos está menos presente. En la huelga y sus manifestaciones se aprende a defender (en fases histórica de defensa) o a exigir (en fases históricas de ofensiva) los derechos. En la huelga se dan pasos hacia la vertebración de la clase social.

Este artículo es el primero en un ejercicio de reflexión sobre la huelga que voy a hacer durante un tiempo. Empiezo con estadística. Antes de volcar gráficos y expresar unas pequeñas conclusiones quería explicar la fuente de los datos. Los datos de huelgas anteriores a 1986 están extraídos del trabajo de Monserrat Navarrete Lorenzo y Esther Puyal Español titulado Conflictividad Laboral: La Huelga. Concepto, Estadística y Teoría. Estas autoras consiguieron los datos de la Transición de la Sociología Industrial de R. López Pintor y los datos de los ochenta del Ministerio de Trabajo. Los datos posteriores ya pertenecen a las bases de datos del Institututo Nacional de Estadística. También se han obtenido de este organismo los datos de población ocupada. La serie está cortada precisamente porque no encontré datos para los años intermedios. Sin embargo, creo que el resultado ofrece una imagen bastantes significativa.

Empiezo este repaso por el número de huelgas computadas para cada año. Este dato nos da idea de la cantidad de conflictos que se han generado en los centros de trabajo, indirectamente en la sociedad.

Se puede observar como la mayor concentración de huelgas se produce en el periodo de la transición, aunque en los ochenta se produjo una elevación, con huelga general incluída.

El segundo gráfico muestra el número de trabajadores implicados.

En este gráfico se evidencia el enorme peso de la movilización en el periodo de la Transición y el efecto de las huelgas general de 1988, 1992, 1994 y 2002. Como se verá después, el número de participantes debe relacionarse con la población ocupada total. En la Transición participaron en una huelga un tercio o la mitad de los trabajadores. En la actualidad la proporción es de uno a ochenta.

Por no cansar sólo incluyo dos gráficos más. En el primer gráfico se reflejan las jornadas sacrificadas por cada uno de los trabajadores participantes.

En esta penúltima gráfica se ve el efecto inverso a la gráfica anterior. Las huelgas generales de un día hacen que muchos trabajadores sólo participen en un día de huelga, bajando la media de los días dedicados a la huelga por los trabajadores implicados. Destaca igualmente que durante la Transición no sólo había un elevado número de huelgas y un alto número de participantes, sino que también la intensidad de la huelga sea especialmente elevada. El dato de 2004 debe explicarse por la concurrencia de algunas huelgas en las que los trabajadores sacrificaron varios días.

Termino con el gráfico que he elaborado en la consideración de que la significación de la lucha obrera se evidencia en la cantidad de jornadas sacrificadas dentro del conjunto de la población ocupada. En la anterior gráfica se podría determinar la implicación con la causa concreta. En la siguiente, creo que se puede medir el nivel de conflictividad social de la forma más general.

Se ve el enorme sacrificio de la población trabajadora de la Transición. De media todos los trabajadores ofrecían al progreso general tres días de salario. En la actualidad los ocupados sólo sacrificamos una décima de nuestras 200 jornadas de trabajo a la protesta por medio de huelga. Incluso en 2002, con huelga general incluída la aportación de días de huelga por persona ocupada es inferior a media jornada al año.

La conclusión que se saca coincide con la tesis histórica de este blog. Desde la Transición hasta ahora la sociedad española, como otras sociedades occidentales, se ha desmovilizado, desorganizado, desconcienciado. En paralelo se ha producido una concentración y acumulación de fuerzas en las grandes empresas que han obtenido una correlación de fuerzas muy favorable para acometer las contrarreformas que invalidan gradualmente los logros de muchos años.

Estadísticas sobre las huelgas generales en España desde 1988 hasta 2002 #29MhuelgaGeneral

Este es el tercer artículo sobre la huelga con motivo de la huelga general. En el primero se veía la incidencia de la huelga en el cine. En el segundo volcaba estadísticas sobre el fenómeno de la huelga desde la Transición hasta la actualidad, llegando a la conclusión de que en esa manifestación de la protesta trabajadora y popular se observa la desarticulación de la conciencia y organización de esta clase social. En este tercero, muy breve, sólo quería aportar los datos de seguimiento de las anteriores huelgas, salvo la de 2010, para la cual las estadísticas del Ministerio no ofrece datos. Tampoco se aportan datos de la huelga de 1985 (contra la reforma en el sistema de pensiones) porque el sistema de estadística empieza a funcionar en 1986.

Los datos se obtienen del Ministerio de Trabajo y del Instituto Nacional de Estadistica. Se usan los datos de jornadas sacrificadas y de población ocupada en la Encuesta de Población Activa del trimestre de la huelga. No son los datos que ofrecieron los sindicatos tras la celebración; esos datos sindicales son bastante más elevados.

Los motivos de estas huelgas tenían que ver con la erosión del derecho laboral como ahora. Ya se dijo que la de 1985 protestaba contra la primera gran reforma del sistema de pensiones, que volvió a ser degradado con acuerdo en 2010-2011. En 1988 se protestaba contra el camino antisocial que tomaban los gobiernos de González y la reforma de los contratos juveniles. En 1992 se mostraba la oposición contra el primer tijeretazo contra la prestación de desempleo y contra el proyecto de ley de huelgas, del que también se vuelve a hablar. En 1994, los sindicatos se enfrentaron contra la primera contrarreforma de profundidad del Estatuto de los Trabajadores. En 2002, el mayor motivo era la mayor exigencia para los perceptores de la prestación de desempleo y el intento de eliminar los salarios de tramitación. En 2010, la huelga se convocó contra la avanzadilla de la actual reforma laboral. Pueden acceder a un dossier de EL PAIS sobre la noticia de estas huelga si quieren conocer un poco mejor los meollos.

Psicología de la huelga: Taxonomía de las actitudes negativas hacia la huelga

En ese pulso que los disconformes y disensuadores tenemos con el ambiente generalizado de conformidad y consenso, encontramos diferentes actitudes pasivas hacia cualquier asunto, ahora con respecto a la huelga general. En los primeros episodios de mi proceso de diálogo, debate, discusión en la cuestión de la adhesión a la huelga general voy descubriendo las diferentes posturas que muestran una sociedad asalariada, pues mi universo se forma de personas que trabajan generalmente en la Administración Pública, muy fragmentada. Ante una agresión tan evidente de la dirigencia granempresarial, granpolítica y granmediática como la que ocurre en esta etapa de aceleración (Zapatero, Rajoy)  del retroceso histórico, ya iniciado décadas atrás, sorprende que no haya mucha más adhesión a la resistencia.

La realidad, no obstante, es la que es. Intento hacer una tipología de las actitudes de desapego hacia la huelga que hallo en mis conversaciones.

Indolencia. Está muy extendida la actitud de inhibición porque lo propio todavía no está muy deteriorado y el perjuicio ajeno no afecta. Muchas veces debajo de esa actitud hay un abandono muy grave de la idea de sociedad-comunidad, de la empatía, de la solidaridad. Cuando aparece esta actitud, ni siquiera se habla de la reforma laboral o de los recortes sociales. El tema de conversación es la moralidad de vivir en sociedad y limitar la compasión a uno mismo o a un grupo cerrado. Se plantea un debate entre concepciones hobessianas y rousseaunianas de las personas.

Negación. Aquellos que opinan que esta reforma es muy positiva (“porque va a crear empleo” o porque piensan que sus amigos microempresarios con esta reforma, si se ven en una mala situación, no tendrán que perder tanto en la indemnización de sus empleados). Con ellos, la conversación abandona la esfera de la conveniencia de participar en la huelga. Se enfocan las causas y las consecuencias de la reforma laboral. Aunque la interlocutora sea una compañera asalariada es difícil transmitirle que estas reformas no crean puestos de trabajo (tarea que le corresponde al modelo productivo), que no le va a facilitar la actividad al amigo autónomo, que en general va a soltar las manos a la parte fuerte de la relación laboral.

Rechazo. Más difícil es el intercambio de ideas con aquellas personas que poseen un sentimiento de pertenencia al partido que adopta la decisiones. En esos casos, ya resulta difícil incluso hablar de la medida en concreto, pues muchas veces la conversación se deriva a la medición de la virtud de ese partido.

La indiferencia, la negación y el rechazo son tres actitudes de inhibición en una participación huelguística, porque el motivo no incita. Sin embargo, hay personas que comprenden el motivo, pero también encuentran obstáculos para incorporarse.

Miedo. Muchas veces el temor a la represalia actúa en las empresas como inhibidor de la posibilidad participativa. Sin negar que pueda haber situaciones en las que este miedo intervenga, pienso que en muchos casos se magnifica. De alguna forma, habría que calibrar sin aprehensiones subjetivas la dimensión del riesgo verdadero de recibir perjuicios por participar en una huelga.

Desconfianza. Vivimos en una sociedad en la que los sindicatos y otros agentes sociales han decepcionado con tanta profundidad a muchas personas que aparece la actitud de no querer acompañar a los grandes sindicatos en los actos de protesta. Sin embargo, quienes poseen esa actitud no valoran que en todas estas acciones siempre hay sindicatos menores que no han adquirido ninguno de los vicios que se le atribuyen a los sindicatos mayoritarios. Tampoco hay un sentimiento de responsabilidad con el hecho de que los sindicatos mayoritarios se hayan apartado tanto de una de las funciones que les corresponde, la lucha social. Finalmente, esa actitud igualmente no aprecia en su debida proporción el papel de lo sindicatos, que sólo son promotores y no responsables por completo de las acciones de protesta o de exigencia. El movimiento 15M en eso ha sido más sabio, ya que a pesar de sus reticencias participa con su bloque crítico en las acciones de los sindicatos.

Resignación. Muchas veces se manifiesta la incredulidad hacia la acción. Pesa una gran desilusión como si no fuera posible reanimar la capacidad de un pueblo de gobernarse sin manipulación de los poderosos. Se produce un lamento que no reacciona. Está claro que en la medida en que esa actitud se extiende y consolida más difícil se hace escapar a ella. Hace falta una rebelión contra la profecía autocumplida.

Impotencia. En ocasiones me plantean que no puede ser la huelga la forma de luchar. Me dicen que habría que buscar otras modalidades de confrontación. En esos casos me preguntó cuál va a ser esa fórmula mágica que nadie conoce y muchos desean. Me parece que no hay otra fórmula que el fuego lento de hacer conciencia, organización y lucha, no necesariamente en ese orden.

Comodidad. No es inusual encontrar igualmente quien no quiere hacer el sacrificio de un día de salario. A veces hasta dedicar un par de horas a una manifestación parece una malversación del rato. Esas actitudes me resultan especialmente tristes y cómicas al mismo tiempo. Tristes porque es una evidencia más de lo bien que el sistema nos ha educado para que seamos esclavos del modo materialista de vida al que aspiramos. Cómicas porque por no perder el salario de un día no se contribuye a la formación de un poder capaz de contrarrestar las fuerzas devoradoras e insaciables de rentas salariales.

Ética de la huelga: La democracia es también sacrificio y responsabilidad

Seguimos conversando en la sociedad sobre la huelga. Dentro del esquema de actitudes contrarias a la huelga, la de la comodidad debe ser la principal. Es común encontrar personas que opinan que la reforma laboral o los recortes sucesivos y venideros son una canallada a los trabajadores y quienes menos tienen. También consideran que el motivo para protestar enérgicamente es suficiente. Pero… piensan que la renuncia a un día de salario es un sacrificio muy grande.

Sé que hay casos en los que el margen económico familiar dificulta mucho la posibilidad (las estadísticas hablan de la pobreza de muchos trabajadores con salario, que se suma a la pobreza de las familias con prestación-subsidio de desempleo o sin ingresos, para llegar al 22% en todas las formas de pobreza), pero en general tengo la sensación de que esta falta de atrevimiento es muchas veces un indicador de esclavismo asumido.

No quiero decir que nos esclavice la empresa o el sistema, pues en muchos casos no ahogan tanto. Nos esclavizamos nosotros mismos. En 1848 se gritaba que los trabajadores de la fábrica sólo tenían las cadenas que perder en la lucha. Ahora los empleados de las empresas adoptamos un modo de vida con cadenas más ligeras y de oro, con televisiones de doscientas pulgadas, móviles de última generación, ordenador, tableta, viajes al exotismo, modas, créditos de consumo, coches flamantes… En cambio, no encontramos en nuestra hucha cincuenta-cien euros para mostrar que nos queda dignidad. La vendimos por un bajo precio.

Nos lamentamos cuando nos hacen esperar dos años por una operación o cuando pasan las semanas y no llega el profesor interino de nuestro hijo… Nos disgustamos cuando nos rebajan el sueldo o cuando nos despiden porque la empresa ha tenido nueve meses con reducción de ingresos. Nos duele que los requisitos académicos para la obtención de una beca de estudio se eleven presionando más al joven estudiante. Nos lastima la subida de las tasas universitarias… Pero somo incapaces de decidir por nosotros mismos una pérdida y no por gobiernos al servicio de plutócratas.

En los tiempos en los que algunos de nuestros abuelos consiguieron los derechos que ahora disfrutamos, para luchar, pasaban hambre de verdad, sufrían represión. Pero formaban parte de un pueblo deseoso de su libertad. Ellos compraban libertad y derechos con su hambre; nosotros vendemos derechos y dignidad a cambio de un cachito de consumismo que todavía no nos han quitado, pero que ya nos quitarán.

Detrás de esta falta de sacrificio está la privatización de la vida. Parece que toda la energía de los individuos y las familias deben ser destinadas a que el individuo y la familia se adapten mejor en la selva y vivan más cómodos en el salón de estar. Ninguna energía para unirla a las energías de otros individuos y otras familias y formar una gran energía colectiva orientada a los proyectos comunes.

El mundo y el futuro no son horribles tan sólo por la avaricia infinita de unos pocos. Ese mundo y ese futuro (oscuros) deben mucho a la complicidad de las masas atomizadas, que refunfuñan en sus nidos y no se arriesgan a ofrecer su fuerza a la esperanza.

La democracia no es sólo libertad, es también responsabilidad. Responsabilidad para informarse, responsabilidad de participación un sábado por la tarde mientras dan el partido de tu equipo de fútbol, responsabilidad de mirar hacia el nosotros, responsabilidad para no ansiar el móvil más espectacular y al mismo tiempo que no hay resquicio de ayuda a un medio de comunicación crítico con problemas económicos, responsabilidad de saber cómo viven los que peor están en la sociedad, responsabilidad para echar una mano a desconocidos porque pudiste ser tú quien la necesitó, responsabilidad. Sin responsabilidad tenemos una democracia sin demócratas.

Política de la huelga: De la pasividad actual a la transformación social, pasando por la huelga general

Tienen bastante razón quienes piensan que la huelga general no será políticamente muy útil, pero están totalmente equivocados. Si tuviese mucho seguimiento, con suerte, se moderaría la agresión. Como ocurrió con las batallas ganadas de 1988 y 2002, el ejército de los oligarcas se retirará unos años. Pero con su gran fuerza actual (de cuarenta años) volverán a lanzar el ataque más adelante hasta conquistar estas plazas ahora en asedio y algunas nuevas. Es la dinámica general de esta fase de la Historia.

El pueblo presente está desconcienciado y desorganizado, se le olvidó el arte de la pelea. Los oligarcas de los bancos, las grandes empresas, los partidos mayoritarios, los medios, … están más fuertes que nunca.

Es una etapa histórica de pasividad social y conformismo. Las huelgas desde esta debilidad no pueden alcanzar los logros anhelados por los ilusos. Quien participe debe saberlo.

Pero también debe saber que se pueden y se deben alcanzar victorias de profundidad, menos visibles que la derogación de un decreto-ley. Se puede salir del letargo social. No parece mucho, pero menos prometedor es alimentar la pereza, la indolencia, el miedo, la resignación, la ignorancia.

Está claro que desde la debilidad a corto plazo no se puede exigir la construcción de un mundo más justo, igual, sostenible. Pero a partir de las movilizaciones actuales podemos aprender lo hermoso que es sentirnos protagonistas del gobierno democrático, engancharnos al orgullo de formar parte de un movimiento que promueve un mundo mejor, atraer a nuevos soñadores que no acepten la pesadilla, … Hay que intentarlo e intentarlo y no dejar de empujar a la Historia hacia el buen sentido. Hay que formar un ejército que no sólo gane una batalla perdida en la inmensidad de la derrota, sino que sepa presentar resistencia y antagonismo contra este sistema de gobierno perverso. El huelguista general del 29M debe adquirir una mirada inteligente hacia un futuro que se forja pacientemente durante años, desde el ahora, una mirada infatigable. Desde la pasividad por la movilización creciente hasta la fortaleza.

Moralmente, la protesta contra la injusticia siempre es útil. La conciencia descansa.

Los sindicatos, la huelga general y la confianza

Los sindicatos nacieron con el movimiento obrero, en el siglo XIX.  Era una de las formas que adoptó la organización de la clase obrera, junto al partido, las cooperativas de producción o de consumo, la organización dentro de la empresa con comités o delegados, … Entre todos esos agentes se producían tensiones. Además hay que añadir la división de las diferentes familias de oposición al capitalismo creciente: anarquismo, socialismo democrático, comunismo, que también tienen un división interna.

En la clandestinidad crecieron. En la legalidad consiguieron grandes mejoras en muchos centros de trabajo. En España, la Unión General de Trabajadores (socialista) y la Confederación Nacional de Trabajadores (anarquista) eran las organizaciones con mayor fuerza. Los logros obtenidos por el sindicalismo y todas las organizaciones obreras se interrumpieron con el triunfo del golpe de estado de militares, falangistas, Iglesia, oligarquías en los años treinta y la política de exterminio seguida después. Se implantó el Organización Sindical Española o Sindicato Vertical, organización sin relación con la unión de trabajadores a la manera socialista o anarquista, planteada más bien para control social de los trabajadores.

En una nueva clandestinidad, surgieron en el interior del sindicato vertical las comisiones obreras (CCOO), vinculadas a la tradición comunista, capaz de obtener en pleno franquismo varios avances y una articulación de la clase trabajadora, antecedente de una de las piezas más importantes del sindicalismo del actual régimen político. No tardó en reaparecer la UGT, como marca del pasado. El sindicalismo anarquista en esta nueva fase histórica no ha obtenido la fuerza que tuvo en las primeras décadas del siglo XX. Germinó un sindicalismo a partir de los nacionalismos periféricos. Junto a estas piezas, se comprobará la existencia de sindicatos más sectoriales.

En general el patrón de sindicalismo ha sido en esta época más conciliador que exigente. La paz social, la negociación colectiva, el convenio colectivo, el conflicto ordenado, … han sido las pautas, lejos del sindicalismo animador de la conciencia, la organización y la lucha para contribuir a la participación de los trabajadores en el gobierno de los pueblos. Durante estos más de treinta años hemos observado las protestas rituales contra la reforma laboral descendente y continúa, por el control de los pensamientos y los hábitos políticos de los trabajadores y por la conversión de los agentes de la clase trabajadora (que fue el sujeto social más empeñado en una emancipación total) en interlocutores sin alma en los procesos deliberativos y de toma de decisión.

Estos días previos a la huelga general convocada por los sindicatos mayoritarios, escucho con mucha fuerza las antipatía que levanta este sindicalismo. Seguirán concitando el apoyo de muchos trabajadores, pero en la muestra del universo que se pasea a mi alrededor parece que la desconfianza hacia ellos es quizá más fuerte que su credibilidad. Ocurre algo parecido a lo que pasa en la política, en la que los partidos tienen una valoración muy pobre.

La huelga general se enfrenta a muchos obstáculos (el aturdimiento de la conciencia, el acomodamiento del consumismo, el miedo a las coacciones, …). También tiene un lastre en el hartazgo que han provocado los grandes sindicatos. Deberían hacer una profunda autocrítica sobre el comportamiento que han tenido durante estas décadas y medir si han usado bien las fuerzas retenidas.

Sin embargo, en quienes muestran este rechazo no observo un esfuerzo por rescatar a esos sindicatos del rumbo establecido por sus jerarquías, ni una intención de reforzar a los movimientos sindicales alternativos. Tampoco abunda la integración en ese 15M sindical que ha aparecido en las manifestaciones contra las reformas laborales, el «bloque crítico». Es más común una crítica externa a los sindicatos sin propósito de enmienda personal.

Muchas veces me pregunto si el renacimiento que deseamos de los movimientos anticapitalistas llegará por la rehabilitación de los actores maduros o si vendrá de la mano de un nuevo soplo histórico. Por si acaso, muchas personas prestamos nuestro aliento a cualquiera de las posibilidades, porque el mundo dirigido por los poderosos ahora incontestados nos arrastra a infiernos sociales con residenciales celestiales.

En la huelga general estaremos todos. Debemos procurar ser cada vez más y estar cada vez mejor preparados, con la moral de que en los tiempos corrientes nadamos contra viento y marea. La recuperación de la confianza es algo fundamental.

Historia: Las huelgas de masa de los periodos revolucionarios y las huelgas de protesta

Después de la revolución rusa de 1905, Rosa Luxemburgo escribió un libreto sobre la huelga de masas como instrumento de la clase trabajadora para hacer la revolución. Se trata de la Huelga de masas, partido y sindicatos. Es una lectura muy recomendable para quienes quieran comparar la pujanza del movimiento obrero hace cien años con la flaqueza de cualquier movimiento de emancipación en la actualidad. En los debates de los intelectuales de la Segunda Internacional ellos nos transmiten la fe en el horizonte del socialismo y ahora estamos desorientados.

El socialismo del siglo XIX fue conquistando derechos políticos y sociales con sus luchas y con el imparable crecimiento de la afiliación a los partidos, a los sindicatos, los votos, las manifestaciones, las acciones directas. El sufragio, la libertad sindical, la huelga, la reducción de la jornada, la protección frente a la invalidez y la vejez, como sabemos no fueron otorgados graciosamente por quienes dirigían las empresas y la sociedad. Se compraron a un elevado precio de cárcel, muerte, lesiones, acoso de una enorme cantidad de héroes sin rostro. Todo esa conquista se consolidó y creció durante buena parte del siglo veinte en la reforma progresiva.

La huelga, además de un derecho conquistado por esas luchas, fue una forma de ofensiva de la clase obrera, cada vez más consciente y mejor organizada. El mayor interés de la obra de Rosa Luxemburgo está en la contraposición de la huelga (sectorial o general) de protesta y la huelga de masa. La obra es un elogio a la huelga de masas por su capacidad revolucionaria. En la comparación la huelga de protesta del partido o de los sindicatos queda retratada como un disciplinado acto de quienes obedecen la convocatoria.

La huelga de protesta (o de exigencia) es entendida en aquel contexto como el medio del socialismo para progresar por el camino de la reforma, porque la situación de partida es objetivamente muy injusta y porque el sujeto histórico (la clase obrera) tenía una articulación capaz de exigir. Rosa Luxemburgo apostaba por la revolución y veía en la huelgas de masa (aquellas que espontáneamente era lanzadas por la masa socialista y no era convocada por el partido) la fuerza de la clase trabajadora en los periodos revolucionarios.

Como sea, en aquel tiempo histórico la huelga era un mecanismo capaz de obtener reformas positivas o de desmantelar el sistema capitalista por medio de una oleada de movimientos de masa en una ambiente revolucionario, creado por la situación histórica y la acción del socialismo.

Hoy ese planteamiento doble parece imposible. Hoy la huelga no tiene esa capacidad, porque el sujeto está debilitado. La huelga general del 29 de marzo es de esta época. Es una huelga de protesta contra la reforma regresiva.

Un heredero actual de Rosa Luxemburgo, James Petras, estimaba la necesidad de una huelga general indefinida para situar al sistema en una estado de shock equivalente al que sufre la clase trabajadora. Es una propuesta estratégicamente muy válida, pero, cuando escucho hablar a la clase trabajadora que se mueve a mi alrededor de lo mal que le viene participar en al menos una de la muchas manifestaciones que se convocan porque tienen otras cosas que hacer, la propuesta del sociólogo americano me parece más propias de un proletariado de otra época.

En esta perspectiva, ¿qué se puede esperar de la huelga de protesta y la manifestación del 29 de marzo más allá del seguimiento del 50%, del 40% o del 30%?. Puede ocurrir lo que pasó el 29 de septiembre de 2010, que los sindicatos den por hecho su trabajo y luego permitamos que se enfríe el enfado. Puede ocurrir que una gran participación anime a los sindicatos a mantener el envite. Parece más complicado que el Gobierno retire la reforma, aunque en el caso de una movilización elevada podría ceder en algunos puntos.

Importando el pensamiento de Rosa Luxemburgo a esta época creo que es deseable que la huelga haga recapacitar al Gobierno y en la tramitación desactive cargas explosivas de las reformas regresivas. Sin embargo, entiendo que lo más deseable es que seamos capaces de construir con la huelga, con las manifestaciones y con lo que sea un sujeto histórico que no se limite a llorar por los rincones. Lo más importante no es parar esta reforma laboral, sino convertirnos en los verdaderos rectores de la sociedad. Ese sujeto debería saber que no se trata de regresar al absurdo 2006 sino ir hacia un 2020 más que cohesione mejor a la sociedad, a los pueblos del mundo y a las generaciones presentes y futuras.

Huelga general y ley de la gravedad histórica

Últimamente sólo pienso en la huelga general. Me levanto por las mañana canturreando: «Hacía falta ya una huelga una huelga; hacía falta ya una huelga general». Veo las películas dedicadas al tema. Releo a Zola o a Rosa Luxemburgo. Empiezo a perder la cuenta de las manifestaciones previas a la huelga a las que he asistido. Converso con mis compañeros sobre el tema. Me acuesto viendo series históricas de estadísticas.

La necesidad de la perspectiva

Creo que ya he planteado o insinuado al menos que quizá lo más importante de la huelga general no sea manifestar la protesta merecida por la agresión a los trabajadores con la reforma laboral o los recortes. Tampoco obtener la retirada de la reforma laboral debería ser el objetivo más importante del momento histórico presente. La principal tarea para las generaciones a las que les ha tocado vivir este momento histórico debería ser la constitución de un sujeto popular capaz de gobernarse.

Las huelgas generales de 1988 y de 2002 consiguieron rectificaciones de las reformas laborales, no así las de 1985, 1992, 1994 ó 2010. Sin embargo, la fuerza de los promotores del programa neoliberal ha arrastrado esos pequeños muros de contención que lograron construirse. No ha habido forma de evitar las privatizaciones, las concentraciones, las reformas tributarias, las reformas de las pensiones de 1985 y 2011, los múltiples recortes, el urbanismo al servicio del interés particular.

Sería maravilloso volver a colocar un nuevo dique contra esta reforma laboral, pero podríamos ver como dentro de cinco años se tira, como ocurrió con la rectificación de 1988 o ocurriría ahora con la de 2002. Lo que conviene a las sociedades occidentales es la derogación de la ley de la gravedad histórica.

El gobierno de la Historia

El movimiento obrero constituído alrededor de la fábrica y la mina consiguió revertir el fluir de la Historia en sociedades analfabetas y socializadas en la inhumanidad de sus condiciones de trabajo. La burocratización de aquel movimiento obrero (partidos socialistas en el poder, sindicatos negociando-amagando) durante los años en los que ya no se trabajaba en la fábrica sino en las oficinas, centros comerciales, hoteles o con unas condiciones mejoradas… supuso la privatización de la vida del trabajador.

Se rompieron aquellos lazos de solidaridad entre los que sufrían unidos en la profundidad de la mina o en las largas jornadas de la fábrica. El objetivo del gobierno popular (en democracias burguesas o en dictaduras del proletariados) para el bienestar social se sustituyó por un modelo de vida de satisfacción y consumismo personal-familiar. Murió el afán de progreso para todos.

Dimitió aquel sujeto popular mientras vivía de las rentas de sus luchas pasadas. Se invistió a las grandes corporaciones como nuevos presidentes, con el programa neoliberal. Empezamos a constatar los efectos de su gobierno, con lamentos.

Hace un siglo el movimiento obrero creciente debatía acaloradamente si compartía el gobierno con la burguesía conciliadora con grandes exigencias de democracia y bienestar o si directamente se lo arrebataba. Ahora los movimientos populares menguantes lamentan como le birlan el gobierno de la Historia.

La pregunta sin respuesta

La gran pregunta que debemos formularnos es qué hacer para engendrar un sujeto histórico que recupere un gobierno que se preocupe por el interés de la Humanidad. La pregunta se formula cuando no tenemos el ambiente propicio [para el surgimiento de ese actor] que identificó el marxismo (que adivinaba en la socialización fabril la circunstancia objetiva y en la adquisición y extensión de la conciencia, la condición subjetiva).  La pregunta se lanza desde el mandato moral de incluir a los pueblos explotados en el programa y resarcirle por los siglos de expolio. La pregunta se propone cuando se vislumbra un futuro que nos sancionará por la extralimitación de nuestras generaciones occidentales en el abuso de los recursos naturales.

Cuando más necesario es el gobierno inteligente del pueblo, más ausente se siente. A Anguita le he escuchado varias veces decir que hay que llenar de buenas ideas las cabezas de las personas que llenan las plazas. No sé si el esfuerzo voluntarista de los que todavía no han claudicado será suficiente para ganar militantes en un mundo en el que el embrión de sujeto emancipador susurra en medio del griterío de los medios y la publicidad. Como sea, yo no dejo de murmurar.

Como Silvio, … «Si alguien sabe de esa respuesta, le ruego información. Cien mil o un millón yo pagaré».

Economía: La empresa y la huelga: La idealización de los emprendedores/empresarios

Hay un concepto angelizador de los emprendedores y de los empresarios. Reconozco que yo no tengo clara la diferencia entre esos dos términos. Pero lo que sí observo es la pugna de los grandes partidos por hacerle guiños a esas figuras.

Reconozco su valor a muchos autónomos y a muchas personas que emprenden un proyecto el valor que adoptan para meterse sin la protección de una empresa en esa selva de incertidumbres que es el mercado. Estimo el arrojo que tienen endeudándose e poniendo en riesgo su patrimonio. Igualmente estimo el esfuerzo que pueden hacer y que el empleado se ahorra, cuando se acaba la jornada laboral y ellos tienen que solventar algún problema que no puede esperar al día siguiente, cuando sus jornadas se alargan.

Por todos esos méritos, dentro del modo de sociedad que tenemos comprendo que en esas situaciones el mérito invertido alcance una plusvalía. Pero para que la plusvalía no se desborde mi concepto de justicia social, entiendo que esa plusvalía no puede superar unos parámetros de racionalidad. Es entendible que en un plazo prudente parte de los ingresos se destinen a la reprivatización del patrimonio aportado y que se retribuya el tiempo y la responsabilidad extraordinaria que asume en la dirección y administración de la empresa. Algún incremento patrimonial mesurado debe tolerarse igualmente por el esfuerzo inicial.

Desde luego la gestión de la deuda, del crédito y del patrimonio de la empresa deberían aislarse del patrimonio del empresario. Salvando las tres compensaciones antes enumeradas (recuperación del patrimonio invertido, remuneración de su tiempo adicional y de su responsabilidad, premio a su esfuerzo emprendedor) entiendo que los ingresos ya son de la empresa. Para ir más allá en ese escenario creo que la dirección de la empresa en mi sentido de justicia ya no debe ser privado por el emprendedor, sino en la cogestión con los trabajadores. La representación de los trabajadores no debería estar apartada de la dirección de la empresa y debería tener cauces de participación en una nave que debe mucho, nadie lo duda al esfuerzo fundador, pero también a la suma de esfuerzo.

Ese modelo de empresa no es sólo una ocurrencia de una persona que no tiene nada mejor que hacer que pensar cómo deberían funcionar las empresas. Funciona y se demuestra muchas veces eficaz. En los proyectos cooperativos se diluye aún más las diferencias entre empresario y trabajadores. Son formas de capital pero con menos desigualdad.

Sin embargo, en el mundo en el que vivimos hay muchas fuerzas que prefieren al emprendedor y empresario que crea la empresa y con un ordeno y mando se desenvuelven. Muchas veces hay una ambición de elevar las plusvalías al infinito.

En ese modelo de empresa es normal que surja el conflicto con los trabajadores, que, si bien no pueden participar en la dirección de la empresa, al menor sí pretenden acordar las reglas de la relación de trabajo. En ese escenario los trabajadores se asocian, crean sus órganos de representación, usan con sus medidas de presión para llegar a convenios colectivos que protejan al trabajador individual de una relación desigual con un empresario. A veces los convenios no se hacen en el marco de una empresa sino ya en el sector en el que se inscribe todas las empresas similares.

Se produce una presión normal entre los trabajadores que quieren garantizar unos derechos y los empresarios que quieren magnificar unos beneficios. En el seno de las empresas cogestionadas o cooperativas igualmente habrá conflicto, pero el funcionamiento es más equilibrado.

Cuando se hace el elogio irreal al emprendedor o al empresario parece que nos olvidamos de que entre ellos hay muchos ejemplares cuya cualidad no consiste en haber encontrado una fórmula para satisfacer una necesidad social no cubierta o mal atendida. Hay muchos empresarios con avaricia infinita a quienes poco importan las leyes y viven en la economía sumergida porque allí sus beneficios están libres de muchas mermas, sin compasión por la precariedad a la que somete a sus trabajadores. También hay empresarios con unas nociones empresariales tan pobres que empujan sus empresas inviables por la precariedad de sus trabajadores. Hay empresas semisumergidas que ya cotizan a la seguridad social pero imponen a sus trabajadores jornadas de 14 horas o que pagan medio salario en blanco y medio salario en negro o que pagan por debajo de la cualificación que exigen o que  no se preocupan lo más mínimo de la seguridad e higiene.

Las estadísticas nunca podrán llegar ahí, pero la sensación es que la economía sumergida o semisumergida es muy grande. Esa economía no paga impuestos, no paga seguridad social, no paga salarios debidos, agota al trabajador. Parte de ese coste no asumido se transforma en unos beneficios que se transforman en coches de lujo, en chalets, en dobles y triples viviendas, en unas acciones que aspiran a absorber más beneficios, en una vida de lujo, en unos ambientes selectos, …

Mientras al empresario se le santifica sin ver su lado oscuro se produce una paralela estigmatización del trabajador, generalizando al absentista, al indisciplinado, al inepto o al inadaptado. Justifican la reforma laboral diciendo que no se puede echar a alguien que no vale, cuando la legislación siempre ha dado entendibles vía de expulsión, cuando sea razonada.

Teniendo en cuenta el crecimiento de la desigualdad con los datos de la OCDE o de Cáritas en los últimos años y décadas, parece que el fomento de estas dos posiciones ideológicas lleva a una sociedad en la que cada vez es más claro que se premia demasiado a quien no se lo merece y se castiga con el empobrecimiento a quien no tiene falta (sobre todo al tercer mundo olvidado y a las generaciones de trabajadores futuras). La delegación del pueblo de sus responsabilidad de gobierno en los representantes de los (los grandes se llevan grandes premios) empresarios tiene estas consecuencias.

Economía: Crear empleo despidiendo más barato o pagando menos

En otros artículos ya he hecho un breve análisis técnico-jurídico de la reforma laboral, exponiendo las continuidades con el gobierno anterior, y he estudiado la Historia del despido improcedente y de los despidos objetivo y colectivo. Como era notoria la alta densidad de reflexiones sobre la reforma, no insistí más por mi parte.

Pero hoy he hablado con compañeros. Me gustaría saber escuchar mejor para mejorar mi percepción de las opiniones adversas. Pero me falta un punto de paciencia para oir con atención, pues mientras me dicen derivo parte de mi energía a planear mi réplica. Es un defecto que no aminora lo suficiente con el paso de los años. Nunca podré ser como Sócrates, ese mago de la mayéutica.

Pero me voy dando cuenta de que (a) cala la idea que transmiten desde los medios de creación (intencionalmente) de opinión o (b) la reflexión libre de algunas personas encaja con esa idea. Algunas personas manifiestan que con la posibilidad de abaratar el trabajo o el despido el empleador perderá un miedo, que supuestamente tiene, a crear puestos de trabajo y contratar trabajadores. Yo nunca he tenido mentalidad emprendedora (celebrando que haya quien la tiene), pero me cuesta creer que la «baratidad» del trabajo y del despido anime mucho a crear puestos de trabajo. A no ser que hablemos de empresas inviables que acepten encargos a un precio tan bajo que sólo puedan contratar en condiciones precarias próximas a las condiciones de la economía sumergida. La incidencia que puede tener ese factor en una creación de puestos de trabajo es insignificante. El empresario más que un problema de costes (laborales, tributarios, otros) tiene un problema de venta, pues con unos consumidores sin renta nadie les compra.

Para crear puestos de trabajo no hace falta una reforma laboral sino una reforma del modelo económico. De eso los grandes partidos no hablan nunca hablan, seguramente porque los que les mandan a hacer las cosas para continuar en su senda de riquezas no lo necesitan. Aunque decrezca ese Producto Interior Bruto de las estadística (tan bruto es) ellos seguirán ganando buena parte si cogen un trozo más grande de una tarta menor, teniendo en cuenta que ellos también comen tarta de otros países en los que también quieren tener cocineros y camareros a su servicio. Para obtener más cacho en el reparto sí que vale esta reforma, como las reformas fiscales que se han sucedido históricamente desde la Transición.

La Historia del empleo en este país demuestra que en los noventa ya este país apreció que tiene una grave problema para dar empleo a la población que quiere trabajar. Hemos vivido un horrible paréntesis en el que hemos escondido ese grave problema del modelo económico debajo de la burbuja inmobiliaria, la construcción, cincuenta millones de turistas igualmente henchidos de consumismo, … Desinflada aquella nos volvemos a ver en las mismas. La creación de empleo desde 1994 hasta 2009 no fue mérito de las cotrarreformas laborales de 1994, 1997, 2002, sino de un engañoso modelo económico.

Los que quieran alternativas, lean y apártense de ese no-pensamiento que es el bipartidismo.

Economía: Echar a los malos trabajadores ya era posible antes de la reforma

Un argumento a favor de la reforma laboral que encuentro frecuentemente, incluso en personas que se consideran progresistas, incluso en personas que me han dado pruebas de serlo: «En este país hacía falta ya una reforma, una reforma. Hacía falta ya una reforma laboral. ¿Por qué?. Porque las empresas no se pueden librar de los malos trabajadores, habiéndolos».

No es así. En este país tenemos dos modalidades de despido para que una empresa pueda despedir a los trabajadores que ineptos, inadaptados, absentista (justificado o injustificado), al desobediente, al que insulta, al que agrede, al que voluntariamente rinde poco, al embriagado o al toxicómano. Eso sí. Hay que demostrar que se producen circunstancias objetivables. Muchas veces las decisiones de despido tienen una carga elevada de subjetividad, incluso se camuflan en causas legales de despido meras enemistades manifiestas.

Pongo un caso para ver la complejidad del asunto. En un trabajo se plantean un despido objetivo por ineptitud o inadaptación de un trabajador. Es una empresa que da segundas oportunidades. Lo ponen en otra sección. El responsable de esa nueva sección nota presiones expulsivas incluso de los compañeros. Se le diseña un plan de adaptación (en el que una parte importante es liberarlo de la presión negativa de compañeros inclementes) y lo aprueba. Posteriormente gana capacidades hasta convertirse en un trabajador perfectamente válido.

La regulación es así desde el Estatuto de los Trabajadores de 1980, con modificaciones no muy significativas. Es curioso que alguien use ese razonamiento de justificación de la reforma cuando es uno de los pocos elementos de la ley que no se tocan, un elemento muy estable.

En cambio, sí se rebaja la indemnización del despido improcedente, que es el despido en el que los jueces le dicen al empresario que no, que lo que él pensaba una razón suficiente no lo es. Ese despido no justificado ha ido facilitándose.

Quienes crean que la reforma laboral es positiva porque permitirá a la empresa desprenderse de los malos trabajadores o maticen su mala opinión de la reforma por ese motivo, deben saber que ya había mecanismos y que en esta reforma no se no se actúa sobre ellos. Para opinar bien de la reforma habrá que acudir al dogma de fe por el que bajar las indemnizaciones de despido, simplificar los procedimientos de despido y reorganizar unilalateralmente el trabajo (horarios, salarios, turnos, lugar de trabajo), crear un contrato con un periodo de prueba de un año se convierte en un aliciente para que las empresas (sin clientes, usuarios, ventas) contraten más trabajadores.

La reforma laboral no beneficia a los pequeños empresarios

Cada vez más cerca de la huelga general… Quizá escriba el último artículo de debate con lo que oigo. En una ocasión, conversé con la idea de que la reforma laboral crea empleo. En otra discutí con la opinión de que la reforma serviría para que las empresas se libren de los malos trabajadores. En esta recta final, mi atención ha recaído sobre otra idea errónea muy extendida. Se dice que la reforma puede servir para que las pequeñas y medianas empresas se puedan adaptar a la situación económica adversa.

Como en los casos anteriores entiendo que se trata de una idea poco confrontada con la realidad. En la versión típica que escucho parece que gracias a esta reforma la pequeña empresa podrá despedir libre y gratuítamente a los trabajadores que no pueda mantener. Debe negarse esa posibilidad. Los que creen que la reforma lo permite están equivocados. Quienes crean que eso es necesario van más allá de lo que lo hace la reforma, reclamando un despido libre y gratuito para las pequeñas empresas. Por eso, pienso que este tipo de ideas generalizadas, además de no ser coherentes con la reforma real, demuestran que la endeblez ideológica de mucha gente puede servir para que futuros gobiernos vayan más allá del punto al que han llegado (pues seguirá sirviendo los argumentos de 1. que hay seis millones de desempleados y algo hay que hacer, 2. que hay malos trabajadores que deben ser despedidos para evitar la desaparición de la empresa, 3. que la pequeña empresa necesita reformas laborales).

En primer lugar, hay que decir que la reforma laboral no establece un despido libre y gratuíto sino que permite un despido con indemnización de 20 días por anualidad y 12 mensualidades como máximo con menores dificultades económicas para la empresa (basta con y un despido de 33 días por anualidad (máximo de 24) en despidos por antojo del empresario, sin salarios de tramitación (el despido de 45 por anualidad, 42 mensualidades y salarios de tramitación ha ido deteriorándose con el paso de las reformas).

La otra medida que pudiera parecerse a lo que estas almas (despistadas y permisivas de reformas peores) creen que hay en la reforma laboral es el contrato indefinido para emprendedores, que fija en un año el periodo de prueba sin indemnización. Esta nuevo contrato no sirve para que el empresario reduzca el número de puestos de trabajo que la empresa no pueda mantener, sino para rescindir un contrato con una persona que no tiene aptitud y adaptabilidad. Si la empresa usara esta vía para quitarse trabajadores que no se puede permitir estaría cometiendo fraude y el despido sería improcedente, ya que en ese caso en el que el problema no sea la capacidad o la adaptabilidad tendría que usar el despido por razones económicas.

Detrás del concepto que defienden estas personas se repite el modelo de empresa en la que toda la capacidad de decisión es responsabilidad del empresario y los trabajadores no tienen capacidad de participar en la adopción de decisiones, ni en las empresariales (cogestión) ni en las laborales (contrapeso). Como se explicó en el artículo sobre la idealización del empresario, hay que insistir en que en la sociedad hay una idea muy generalizada de que el mérito del emprendedor o empresario para lanzar una empresa al mercado es razón suficiente para que el empresario tenga todo el poder de decisión. Frente a esta idea, parece más positiva la idea de que ese mérito sea compensado, pero de forma limitada, compartiendo la toma de decisiones entre empresario y trabajadores.

Una vez un grupo de contradictores me explicaba que la riqueza de 37.500 millones de Amancio Ortega estaba justificada por ese mérito del empresario que es capaz de fundar una empresa y llevarla al reinado del sector. Es el argumento sobredimensionado que le atribuye al empresario esa virtud nunca suficientemente retribuída. En cambio, no se ve en esa acumulación tan desmesurada de riqueza una distorsión del ordenamiento jurídico, ético, social que sobrevalora ese mérito fundador y minusvalora el esfuerzo de los trabajadores, su explotación y la debilidad del principio de progresividad fiscal.

La izquierda convencional considera que los pequeños empresarios de este país no necesitan contratos milagrosos o facilidades para despedir trabajadores, sino un modelo social que reparta mejor sus rentas entre todos, de tal forma que se estimule la demanda, haya clientes y compras. También expresa que estas empresas también necesitan un crédito que ahora no les llega porque los bancos no usan el ahorro captado o los créditos que ofrece el Banco Central de Europa para trasladar crédito a la economía real, sino para desenmarañar un lío financiero en que se colocaron en la burbuja inmobiliaria y constructora.

En términos generales, la sociedad no necesita reformas laborales sino un modelo económico en el que la construcción y la especulación inmobiliaria-financiera no sean fundamental para recuperar los millones de empleos destruídos. El problema también es de modelo social en el que los grandes rentistas y patrimonios concentran unas rentas que no se orientan a la dinamización de la economía real sino a la especulación en el capitalismo-bingo.

La izquierda actualizada además indicaría que esa expansión del empleo y/o de las rentas precisa de una reorganización económica social para obtener una mayor sostenibilidad hacia las generaciones futuras y una mejor distribución entre los pueblos.

Por ahora las riendas no las llevan esas izquierdas, sino más bien las derechas sostenidas también por la desorientación popular como la que pide más libertad y gratuidad en el despido o en la retribución del trabajo. Si esos despistados quieren ayudar a las pequeñas empresas (que muchas veces no son más que empleados de grandes empresas, encubiertos por el velo de la externalización) mejor harían pidiendo que las medidas anti-«crisis» apunten a esas grandes rentas, patrimonios, empresas o evitando todo lo que puedan el consumo en esas grandes empresas, favoreciendo a la pequeña frutería de la esquina, a la carnicería de más arriba (contra , al hostal que lleva una familia (contra el Hotel Cinco Estrellas), al bar de Pepe (contra el McDonall), al agricultor que vende directamente en su localidad, …

Cine: El conflicto social y la huelga en el cine

Últimamente he visto dos películas que me han devuelto a la emoción y la admiración por las viejas luchas de nuestros padres, abuelos y antecesores. En ellas, los trabajadores se atreven, en unas sociedades más precarias que las nuestras, a luchar contra la clase opresora sin otras armas que su unión y su sacrificio, para mejorar sus condiciones de vida.  Ese cine puede estimular la conciencia y la actitud de lucha social en estos momentos de derrotismo. Aunque sólo sea una aficionado al cine y no vaya a comentar mucho de esas películas me pareció una buena idea escribir esta entrada sobre películas, ya que hace mucho tiempo que no escribo sobre cine. Serían estupendas las invitaciones a otras películas que pudieran hacer en los comentarios.

La primera película fue «La sal de la tierra» de 1955. En ella unos mineros de Nuevo México se enfrentan a sus patrones por sus condiciones de trabajo. Lo más hermoso de la película es la alianza entre la lucha de clases y la lucha de géneros, pues las mujeres cobran protagonismo en la lucha de todos contra la pobreza a la que son sometidos.

La segunda película reciente que vi fue «Los compañeros» de Monicelli de 1963. En este caso los trabajadores de una fábrica también reivindican desde su fábrica, hacen huelga por las condiciones de trabajo. Es una comedia, pero permite también aproximarse a la realidad cruda de una huelga. Se ve el autoritarismo con el que el Estado ayuda a las clases propietarias.

Mientras me animaba a escribir este artículo busqué en mi memoria otras películas. Se me vinieron a la cabeza algunas. No sé si las recordaré ahora todas.

Recuerdo con especial cariño una de Ken Loach, «Pan y rosas». Con ella lloré  de emoción. La acción ocurría en el tiempo presente, en los Estados Unidos con unos sindicatos históricamente exhaustos en un país donde nunca hubo una afiliación fuerte. Hace tiempo desde que la vi, quizá debiera volver a verla, pero la recuerdo con nostalgia. Hay una mezcla de romanticismo y lucha social, inmigración ilegal. También se localiza en una fábrica textil de Estados Unidos la trama sobre la creación de una sección sindical, con el impulso y liderazgo de «Norma Rae».

También hace tiempo, vi «Germinal», de Jean Claude Berri, basada en la novela, también leída, de Emile Zola. Igualmente hay romanticismo, una historia de amor platónico del foráneo con experiencia socialista que llega a una mina donde hay una incipiente organización sindical y una mujer que se ve obligada a convivir con el trabajador esquirol y machista, típico en esas comunidades obreras. Ocurre en una mina francesa.

Por supuesto, el autor de la versión cinematográfica de  «Las uvas de la ira», John Ford, no deja atrás este aspecto humano. En la versión cinematográfica de la novela de John Steinbeck se observa el conflicto social detrás de la historia de la familia de emigrantes agrícolas desde Oklahoma hasta California en la depresión de los treinta, aunque no llegue a centrarse en la huelga. En «La ley del silencio» vemos a un Marlon Brandon atravesando un dilema moral, desde posiciones de matón de la patronal hasta el liderazgo de la lucha de los estibadores contra sus patronos. John Ford no se dejó atrás a los mineros en el relato que hace en ¡Qué verde era mi valle!.

«La madre» de Pudovkin es del mismo modo una adaptación de una novela, de Gorki. En este caso, la novela me encantó y la película me pareció una adaptación alejada del centro de interés del autor de la novela. Otra película soviética sobre el tema es precisamente «La huelga» de Eisenstein.  De cine mudo las dos, ambas narran sucesos de la Rusia zarista.

La revolución española durante la Guerra Civil también nos dejó cine social y político. En mi repaso no exhaustivo me acordé de la «Aurora de esperanza», que retrata muy bien el otro conflicto, no el que se produce en el interior de las minas, de las fábricas o en las empresas de servicios, sino en el paro, como también «Las uvas de la ira». En esta película se narra la degradación de la vida del parado y se cuenta como finalmente se organizan para plantear al sistema insensible la existencia de un problema irresuelto.

Excepto, «Pan y rosas» todas son películas basadas en los momentos de crecimiento o consolidación del movimiento obrero. Excepto esta y un poco «Germinal», todas son películas con varias décadas. Parece que el cine social (que atiende la cuestión social) o socialista (que pretende contribuir al progreso socialista) han disminuido en paralelo con las renuncias sociales a la ofensiva y defensiva de los valores de igualdad y fraternidad (o a la libertad de las clases dominadas sobre las clases dominantes). Hay maravillosas excepciones (Loach, Gavras, Tavernier, De León y Aranoa, Mañas), pero la clase dominada, en proceso de debilitación sin tocar fondo, no tiene mucha capacidad de hacer cine social y socialista en la cantidad y calidad de las generaciones anteriores, como las generaciones actuales no tienne ni la conciencia ni la organización para mantener el pulso de la lucha histórica de clases.

Lamento el tono un poco pesimista del artículo. Salud en la noche del becerro de oro.

Conclusión: ¡Aní29Mate!

Desocupado lector,

Me ha llegado el triste conocimiento de que no vas a participar en la huelga. Como aun falta una semana, todavía estás a tiempo.  Como a cinco millones de personas ya convencidas, espero que finalmente rompas con esas falacias que todavía te mantienen impasible contra la situación tan terrible que vivimos, con recortes en derechos sociales, reformas laborales, fiscalidad en contra de las rentas bajas, privatizaciones de las cajas, guerras con excusas, …

El principal motivo de la huelga general es la reforma laboral que continúa la senda de las tres reformas de 2010 y 2011. Pero hay muchas más razones en el conjunto de retrocesos de los gobiernos al servicio de los oligarcas. Con todo, la reforma da motivos suficiente por la agresión que efectúa sobre las condiciones de trabajo (la jornada, el salario, el ritmo) y en el despido improcedentes y el colectivo, abaratando la indemnización de despido de personas que trabajan desde hace tiempo y el trabajo de quienes no son despedidos. La negociación colectiva se debilita con el descuelgue o con la eliminación de la ultractividad, de modo que la persona trabajadora pierda la protección de ese instrumento. Se subvenciona un nuevo contrato indefinido para emprendedores con un periodo de prueba de un año, que puede hacer que sólo dure un año.

Seguramente conocerás mejor que yo las razones que la reforma laboral añade a todas la medidas contra lo pueblos. Por eso me extraña que no te decidas a secundar la huelga.

Sabes muy bien que la reforma laboral sirve para reducir la parte salarial de la renta empresarial con reducción de salario o con despidos menos indemnizados. Sabes que no se creará empleo y que se precarizará el ya existente o el recambiado. Sabes que el problema de nuestro país es de modelo económico y que la construcción empujada por el endeudamiento era pan para ayer y hambre para hoy.

¿Acaso piensas que no servirá de nada?. ¿No sabes que si se prodiga un comportamiento así seguramente quienes piensan así conseguirán tener razón?. Hay que ponerse en la actitud contraria, en la actitud de alentar a todos los conocidos para que participen y para que ellos sean a su vez animadores. Debemos crear espirales de virtud con la huelga y con la movilización ciudadana en general para que la pasividad actual se convierta en una actividad creciente hasta convertirse en una actividad entusiasta y transformadora. Siempre que veas una rama agitarse acompaña su movimiento porque ese contorneo puede ser el inicio de un viento imparable.

¡A que sería maravilloso crear un organismo popular que exija un gobierno más directo!. Una democracia en la que una buena idea surgida de los movimientos sociales pueda convertirse en ley aunque no beneficie a los que más tienen. ¿No te gustaría ser de las personas que estaban allí desde el primer momento atrayendo a nuevos compañeros?.

Pudiera ser que no te animes porque no tienes confianza en los sindicatos mayoritarios. Pero… ¿qué importa eso?. La huelga o cualquier movilización es del pueblo aunque la convocatoria proceda de determinados actores. Debemos hacerla nuestra, pero para ello tenemos que participar, porque nos convocan los sindicatos mayoritarios, porque nos convocan los minoritarios o las asociaciones y partidos que hacen un llamamiento favorable, porque nos convoca un amigo o nuestra propia conciencia. Es el buen motivo quien nos convoca y la solidaridad con nuestros semejantes de hoy y de mañana, más que determinados actores, que, si se han desviado de su sentido, lo han hecho en parte porque quienes se sienten decepcionados no han hecho esfuerzos suficientes para evitarlo.

No creo que sea por dinero que no te animes. El sistema nos ha convencido de que tener mucho es la evidencia del éxito y la cumbre de la satisfacción material. Es difícil escapar a esa programación de las personas que procura ese modelo de vida. Pero confío en que tú lo harás y descubras que es mejor tener bastante y saber aprender a vivir sin la autoexigencia de tener infinitamente. ¿Qué es un día de salario para quien sabe que su dignidad vale más que mil objetos innecesarios?.

Espero que tu desánimo no se deba a las presiones empresariales para que no abandones tu puesto de trabajo. Si fuese así, por ahí hay páginas donde denunciarlo. Ojalá que los piquetes de trabajadores sean capaces de librar a las personas sometidas a los piquetes empresariales.

Ya cansado por la hora, antes de irme a soñar con un amanecer popular, te transmito mi esperanza de que encuentres las razones para unirte a esta oportunidad de iniciar un camino juntos hacia un gobierno del pueblo y para el pueblo.

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