Según el informe del Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos, el 77% de la población española era urbana en 2010; se prevee el 82% para 2030 y no sé si acertarán porque para esta época la extracción de petróleo habría disminuído y algunos procesos históricos en buena lógica se revertirían. El proceso de urbanización de la población ha sido una de las tendencias fuertes de la humanidad durante el periodo del capitalismo.
La Historia del Capitalismo ha sido una historia de muchas concentraciones: concentración de la propiedad del tejido económico, concentración de la producción en las fábricas (aunque después se atomizara en diferentes fábricas para debilitar estrategias antifordistas de los trabajadores), concentración de la educación en las escuelas, concentración de la enfermedad en los hospitales, concentración de animales en las modernas granjas especializadas (como las granjas de pollos), concentración de la locura en los manicomios, concentración de viejos en los asilos, concentración de muerte en los campos de exterminio, concentración de la caca en las cloacas, …
La concentración en las ciudades o en los espacios urbanos metropolitanos (como decía Fernández Durán que había llamar a engendros como Tokio, Ciudad de México, El Cairo, … Rubén Blades contaba los millones de historias que tiene la ciudad de Nueva York) tiene profundas causas (como la degradación de las posibilidades de vida en las históricas comunidades rurales) y múltiples repercusiones, porque no es fácil organizar la convivencia de miles o millones de personas. Además en España el proceso de urbanización se convirtió en sector vital para la economía y en el centro de organización de la acumulación de riqueza (la plusvalía de la urbanización) desde la inclusión de España en el capitalismo europeo, desde los años sesenta, más desde la integración en las Comunidades Europeas y la desconversión industrial.
La ciudad supone una destrucción de los lazos comunitarios de las sociedades tradicionales. Las sociedades tradicionales no estaban libres de la dominación del cacique local, del cura, del tendero del pueblo del Germinal de Zola y Berry, de la gente bien que se reunía en la partidas de cartas de El Abuelo de Galdós y Garci, … Podían ser sociedades en las que funcionara la opresión de la comunidad, como denunciaba Stuart Mill o como se ve en las comunidades amish/menonitas. Pero junto a esa dominación había unas redes sociales de solidaridad más reales que virtuales.
Entre nuestros tatarabuelos del mundo rural sería difícil un sentimiento de pertenencia a una nación española o a una nación canaria, porque el vínculo se establecía no con una abstracción sino con una hermana, con un vecino, como mucho con los paisanos de los pueblos lindantes. El otro día veía la presentación del libro de Yvon Le Bot «La gran revuelta indígena». Hablaba alguien en una lengua de Centroamérica. Desde luego, no le entendía nada, pero me llamaba la atención que en su lengua nativa no tenía palabras para traducir México o América Latina. Ocurre porque el continente o el país nacional no existe en esa cultura.
Aunque muchas migraciones se hicieron trasladando vínculos de la sociedad rural a la ciudad (muchos de mis vecinos juncalillenses se ubicaron juntos en el barrio de Las Torres en Las Palmas de Gran Canaria, así mi querido Gonzalo), con el tiempo los lazos rurales se han gastado y la ciudad se ha convertido en el hábitat de personas muy individualizadas, como explica Almudena Hernando. La persona que llegaba a la ciudad debió sentir un vacío de pertenencias. Los movimientos de masas de los treinta en Europa seguramente obtuvieron en ese vacío una de las estrategias de enganche.
En paralelo con el proceso urbanizador, se ha producido el proceso de construcción de las naciones. La escuela, los medios de comunicación, la guerra, el deporte, … han creado ese sentimiento. También han surgido sentimientos nacionales de entidades territoriales menores.
En la situación histórica previa al capitalismo, la localidad tenía mucho peso y podía sentirse una incredulidad hacia las propuestas de creación de sentimientos nacionales. En el capitalismo, la presión de los medios de creación de sentimiento ha calado, con tensión entre sentimientos incompatibles incluída.
En estas ciudades habitadas por personas huérfanas de relación y en la federación nacionalizada de ciudades es muy difícil otra forma de organización política más avanzada que la democracia representativa, con algunas rendijas de participación. Incluso en la organización de las tremendas ciudades, donde la democracia directa se aleja de la viabilidad, durante el siglo veinte se asentaron estas «democracias», según se ha repetido desde la propaganda institucional. Democracias en las que no decide ningún demos, democracias de delegación en burocracias, democracias al albur de las grandes corporaciones, democracias sin verdaderos controles institucionales o populares, democracias como encubrimiento y deslegitimación de la oposición («porque diez millones de votos (aunque hayan sido obtenidos de aquella manera y sin ataduras)…»), …
Seguramente por eso, el movimiento libertario, en la teoría y en la práctica de los treinta, sospechó de la nación, de la democracia en el marco de la nación, de los partidos como agentes en el juego político «democrático», en las elecciones. El tiempo ha demostrado que había razones en su recelo. Pero los partidos, las elecciones, los parlamentos, los gobiernos representativos no son el verdadero problema. Son instituciones ajustadas a la esfera nacional.
Históricamente resulta bastante difícil descomplejizar una sociedad urbanizada y nacionalizada para convertirla en una sociedad de comunidades. Supongo que se me considerará iluso al presentar el pesimismo de que en los escenarios nacionales mucho más no se puede obtener que esta farsa. Pero me temo, como he expresado varias veces, que el terreno de la nación o del mundo son terreros (espacio donde se desarrolla una brega en la lucha canaria) en los que la democracia no es posible,
El artículo no es una propuesta ilusionada del comunismo libertario propuesto por la CNT en el 36, sino una estimación de que mientras históricamente no sea posible una organización social alrededor de lo local, nos tendremos que contentar con un estado pobremente democrático como el que existe, con más riesgos de retroceder hacia el autoritarismo que posibilidades de avanzar tres milímetros hacia la democracia.
Últimamente me había dado por escribir del estado social o de bienestar (ese «sabroso paréntesis» en la historia del capitalismo para unas pocas naciones durante unas pocas generaciones). Si la promesa de bienestar de la nación se va demostrando hueca, igualmente la promesa de democracia va luciendo esponjosa.
Jonathan
octubre 28, 2013
Samuel García Arencibia
octubre 28, 2013
El gran Aristaráin… 🙂
Jesús
octubre 29, 2013
El desarrollo del capitalismo, en su ya largo recorrido, no se pudo llevar a cabo bajo las pautas de las relaciones sociales tradicionales en las que ejercían una dominación directa una serie de instituciones como las que señalas (el cacique local,…). Requería de otro marco fruto de un proceso de mutación en el que las relaciones sociales quedaban encastradas dentro de un sistema económico del todo por la producción, cosificando lo humano y dotando de vida a las cosas, transformando de este modo el antiguo modo de dominación directa por otra de tipo indirecto, impersonal, a través de la mercancía y su dominación abstracta. Aunque todo se interrelaciona jugando un determinado papel, son fundamentalmente las nuevas relaciones sociales de un nuevo sistema económico en expansión, y no la problemática espacial y concentradora, la base de unos vínculos que no se ejercen directamente entre las personas sino a través de la interposición de la mercancía.
En ese proceso expansivo del capital se hizo menester reunir los diferentes reinos de taifa en un solo Estado que, por la misma razón, ahora se transforman en entes supranacionales, eliminan fronteras o crean acuerdos de librecambio.
Para llevar a cabo dicho proceso, el capital generará las instituciones pertinentes, ajustadas a las condiciones históricas y sociales, que le ayudarán en la tarea. Por lo que más que «instituciones ajustadas a la esfera nacional», son «suboficiales» del proceso autómata del capital, pues dependen de él estructuralmente a la vez que ejercen una prolongación de la circulación de capital.
Yo creo que ya llevamos tiempo instalados en el autoritarismo del que hablas y que Hannah Arendt definía no como un reino despótico, sino como un sistema en el que los hombres son superfluos.
Salud
Samuel García Arencibia
octubre 29, 2013
Es verdad. Seguramente a la expresión le faltó la nota relativa al carácter utilitario de estas instituciones para el proceso de unificar el mercado nacional mientras el capital era medianamente nacional y no grandemente global.
En cambio, con toda la fuerza y vitalidad que ha tenido el capital para destrozar los modos de producción previos, para crear arreglos nacionales y luego derribarlos, para expandirse o contaminar casi toda relación humana, … No llego a entender la tesis del automatismo. El capital es fuerte y dinámico, pero también es temeroso. Los autonomistas italianos explicaban la deslocalización como una huída del capital industrial de las resistencias obreras que escapablan a la docilización a través de los sindicatos o en la financiarización del capital se ha podido entender la huída de los capitales de la revalorización por circulación a la revalorización por especulación.
En la frase de Arendt no sé si se refiere a un autoritarismo de superfluidad como banalidad (Europa) o si se refiere a un autoritarismo de superfluidad por prescindibilidad (África). También Pasolini identificaba un fascismo más potente en esa banalización de la vida de las posguerra que en el de los años veinte-treinta. No sé, sin embargo, si la autoridad blanda con superfluidad ciudadana acabará cuando no haya migajas que compartir con la clase obrera occidental y si el capitalismo volverá a precisar del autoritarismo de la represión.
Salud.
Jesús
octubre 30, 2013
El «sujeto autómata», como Marx lo definió, se refiere al movimiento continuo que va de la forma dinero a la forma mercancía y de ésta, de nuevo, a la forma dinero, creando estructuras sociales alienadas donde proletariado y burguesía actúan, no como sujetos sino como agentes de dicho proceso. Dichas estructuras adquieren una existencia cuasi-independiente y someten a las personas a constricciones cuasi-objetivas.
La producción de masa implanta una lógica coercitiva y totalitaria del valor, uno de cuyos aspectos es la reducción de la unidad-tiempo de los objetos fabricados como consecuencia de la mecanización automatizada, la cibernética, etc., lo que origina la crisis del trabajo abstracto y la consiguiente reducción de plusvalía, lo cual hace del trabajador un ser superfluo, sobrante. La población superflua mundial para la producción se estimaba en los años noventa que alcanzaría un ochenta por ciento de la misma. Lo que quiere decir que, globalmente, no se creará empleo. Podría decirse aquí que el despotismo sería una acción directa de alguien, o unos pocos, sobre el conjunto de la sociedad, mientras que la superfluidad es el resultado de una dominación abstracta del valor expresada por el dinero y medida por el tiempo de trabajo.
Aplicar términos humanos al capital no creo que sea lo más adecuado, no sólo porque carece de sentimientos sino porque transmite la ilusión de que la lucha entre el capital y el trabajo, en tanto que categoría inmanente de aquel, puede dar un vencedor, cuando sólo se trata de una lucha que no va más allá de la distribución de la riqueza.
Salud.
Samuel García Arencibia
noviembre 4, 2013
En algunas situaciones (como los campos de refugiados) que afectarán a miles de millones de personas esa superfluidad parece ya realizada. En otras situaciones quizá la disciplina social de personas y grupos sociales descontentos quizá pase por un tratamiento del otro autoritarismo, aunque el despojo de sus codiciados tesoros por ahora se ha hecho con grados menos agresivos que los que tuvo que usar en otras época históricas.
Reconozco la enorme fuerza de esa lógica. Leyendo a Weil me quedó muy clara cuando usaba la imagen de la máquina que tritura carne humana. Pero creo que la lógica se asienta sobre la imperfectibidilidad humana y la imprevisibilidad.
Salud.
Ectòrix
noviembre 3, 2013
Interesante artículo y comentarios. Me gusta sin duda la explicación de Jesús, aunque yo no creo que hoy se puede decir que estamos ya en autoritarismo ni mucho menos totalitarismo, pero vamos de camino a lo que algunos teóricos han efectivament calificado como «capitalismo autoritario».
Creo que estas fuerzas estructurales de la sociedad ya tienen inercia y, en la medida en que se materializan, crean unas condiciones determinadas para una evolución histórica futura. Lo que quiero decir es que las constricciones estructurales difícilmente pueden ser salvadas por nuestra intención o voluntad. Tu exposición, Samuel, me recuerda un poco al decrecimiento. Es cierto que si conseguimos cambiar las condiciones materiales inmediatas que median en la relación entre personas se formarán otros lazos sociales y quizá se iniciará otro movimiento en la sociedad. Pero soy de la opinón que la inercia y las condiciones sociales dominantes supraestructurales han acabado por tener presas las condiciones infraestructurales.
Es muy complejo, no sé cómo decirlo, pero voy a intentarlo: no se puede ir a vivir al campo de nuevo e iniciar un proceso de desurbanización. Esto es ya una tendencia social, ha creado unas determinadas pautas y valores, tiene unas ciertas características sociológicas fruto de las múltiples interacciones entre subsistemes de tipo históricas. Por ejemplo, quizá sí haya habido concentración como tu dices, pero a la vez una diferenciaci´n simbólica y, sobretodo, fruto de las relaciones sociales derivadas de la división del trabajo, superespecialización. Según como sean las condiciones ambientales e históricas, estas característas y procesos podrán cambiar, pero no a voluntad. Empero segurament sus tensiones y la incompatibilidad previsible entre superestructura e infraestructura conducirán a una descomposición social.
Qiuzá soy un poco catastrofista. Pero, si esto es cierto, podemos en todo caso prepararnos para una sociedad de comunidades, como dices, pero dudo mucho que pueda surgir si no es como resultado de la descomposición.
Samuel García Arencibia
noviembre 4, 2013
Puede que yo tenga ese anhelo de sociedad desmercantilizada y desburocratizada, aunque te reconozco que en mí subsconciente funcionan los mismos apegos a los fetiches que tan bien denuncia Jesús (la mercancía, el dinero, el estado, …).Pero en el artículo no muestro una preferencia, sino una tesis de imposibilidad de democracia en una de las entidades nacionales creadas durante una de las fases de este periodo de la Historia de la Humanidad al que hemos llamado capitalismo.
Yo también puedo pensar (ojalá que con error) que las pulsiones de solidaridad, de autonomía, de acción directa, de entidad local, … en la sociedad actual occidental que me rodea son muy débiles, pero de alguna forma me alegra que en ese gran mundo que no entra en la atención de nuestros medios siempre ha habido, hay y habrá personas y grupos que han elegido, eligen y elegirán ese camino. Mi percepción es que fuera de nuestro decepcionante universo occidental la tierra es más fértil. Seguro que en otras áreas de idioma hay otras esperanza, pero en el área del castellano tenemos una América Latina poblada de pioneros y desde luego no me refiero al cadáver de Chávez, a Correa o a Morales.
Por el otro lado están los amos del poder jugando a reconfigurarlo para ejercerlo en los contextos que vayan viniendo.
Salud.
Ectòrix
noviembre 3, 2013
Por cierto, me he olvidado decirte que me alegro poder volver a leerte. Estuviste absente unos meses, y me alegra por eso que vuelvas a las andanadas de la reflexión utópica o no utópica.
Saludos
Samuel García Arencibia
noviembre 4, 2013
Hola.
Muchas gracias. Muy amable.
Tiempo de silencio y de reflexión. A veces también me entra remordimiento por poner vanidosamente en público unas reflexiones que pudieran quedar guardadas en un cajón privado, como si tuvieran algún valor común. Lo que sí tiene valor es la conmoción con ustedes, el movimiento conjunto.
Salud.
dani...él
noviembre 15, 2013
Me ha encantado leer especialmente este texto, después de tanto tiempo ausente de los medios virtuales. El motivo de mi ausencia ha sido, principalmente, dedicarle bastantes horas a la redacción de un libro que precisamente trata sobre esto. En pocas palabras lo has bordado y si lo llego a saber te pido el prólogo.
Debe ser tan evidente esta perversidad de tanta concentración que chirría en nuestros oídos como interferencia de lo que debería ser el pilar de la democracia: la comunicación que un canario y un vigués, por mucho mismo idioma común que hablen nunca tendrán.
saludos
Samuel García Arencibia
noviembre 17, 2013
Gracias, Dani…él.
Espero que tengas mucha suerte con ese libro. Si quieres, nos das más información sobre él.
dani...él
noviembre 17, 2013
Muchas gracias, pero prefiero no hablar más de la cuenta antes de que sea la hora. Hacia principios del año que viene verá la luz. Y como no es asunto exclusivamente mío por ahora está bien así.