Almodóvar o la microfísica del capital

Posted on abril 13, 2016

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Este poder, por otra parte, no se aplica pura y simplemente como una obligación o una prohibición, a quienes «no lo tienen»; los invade, pasa por ellos y a través de ellos; se apoya sobre ellos, del mismo modo que ellos mismos, en su lucha contra él, se apoyan a su vez en las presas que ejerce sobre ellos (Foucault, Vigilar y castigar, Suplicio I. El cuerpo de los condenados).

Almodóvar o la microfísica del capital

Las personas mundanas como yo ignoramos esas formas abstrusas que adquiere el dinero para evitar que le pongan frenos a su acumulación. Cuando se ponen de moda escándalos como los de los papeles de Panamá no me entran ganas de averiguar qué significa la mancha de los vinculados. Supongo que el ansia de acumulación de los implicados, asesorados por los conocedores de esos sofisticados velos (legales e ilegales), les conduce al empleo de esas herramientas oscuras. También supongo que los escándalos que se destapan son sólo una minúscula parte. Mis pocos entendimientos me impiden saber la razón y el camino para que estos escándalos y no otros hayan llegado a nuestro conocimiento.

A pesar de esta confesa ignorancia mía sobre los enrevesados mecanismos que usa el dinero para esconderse de sus perseguidores, lo que atino a comprender me permite comprobar la gran fuerza con la que el principio de acumulación está instalada entre nosotros. Almodóvar me ayuda a reflexionar.

Las iras sociales se centran en Soria. Será porque es político y no se perdona a los políticos que en lugar de hacer un mundo maravilloso, oculten dinero en paraísos fiscales. O será porque ha sido siempre un político con amistades peligrosas y con polémicas decisiones. O será porque es del PP y una parte de los medios de comunicación de masas que casi no dicen nada malo de políticos del PSOE llenan páginas y horas de prensa y radio con información sobre la corrupción de los otros (hay otra parte de los medios de comunicación que hacen lo contrario en esta estrategia política del escándalo).

Soria es parte del alma arrogante y altanera del capital. Porque poseen capitales considerables o porque tienen amistad con esos capitales o porque han trabajado para esos capitales o porque lo harán, piensan, dicen, hacen lo que esos capitales necesitan para crecer. Esta parte del capital es ciega, sorda y muda con respecto a las grandes contradicciones entre la acumulación y la vida.

El capital es polifónico. Te mira a los ojos y te habla de muchas maneras. La parte del capital a la que pertenece Almodóvar tiene remordimientos, es más discreta en su comportamiento, usa palabras llenas de humanismo. Le dice no a algunas guerras imperialistas, protesta contra los recortes del bienestar.

Sin embargo, sea soberbio o sea bienintencionado, ambos tipos ideales de capital tienen un comportamiento parecido. Ya sabíamos que Almodóvar tenía una SICAV y ahora sabemos que algunos de esos papeles panameños dicen que hacía otras cosas para que su dinero fuera intocable. Otro cejudo como el Gran Wyoming también fue llamado por las autoridades tributarias a regularizar su situación (los días de los papeles de Panamá suya es la frase «Hay dos Españas, la que tiene que pagar aunque no pueda y la que puede pagar pero no quiere»). Más allá, hace unos meses descubrimos que Juan Carlos Monedero también era usuario de ingenierías fiscales para impedir que un dinero venido de Venezuela aminorara al ser declarado.

Seguro que el infierno está empedrado de bienintecionados anónimos o con nombres ilustres de la progresía que camuflaron dinero para no compartirlo. Seguro que otros caerán en esa tentación. Seguro que algunos serán pillados. Quizá un día descubran que el autor de estas palabras hizo esto o aquello para que su oro siguiera siendo suyo.

¿Por qué?.

La sociedad está tejida sobre unas relaciones sociales complejas. Las personas somos pobres insconcientes.

La mercancía es una relación social generalizada en la que la producción social está socialmente dividida y los poseedores de mercancías las intercambian. El dinero se distingue entre las mercancías y se convierte en una mercancía especial, que se usa como medida de cualquier otra mercancía, facilitando los intercambios, pero que también es fácil de acumular, mucho más fácil de acumular que las tierras o que otras mercancías.

En la Historia de la sociedad de la mercancía y el dinero han ocurrido muchas cosas. Algunas nunca han sido adivinadas por la mente humana. Algunas son prospectadas por grupos de reflexión sobre esta categoría. Una de ellas es que las personas que intercambian mercancías no comprenden la forma de azar que adquiere el reparto de la renta. La teoría marxista entiende una ley de esta Historia en la que cada vez menos participantes en el juego obtienen salarios y plusvalías y cómo en la relación entre salarios y plusvalías pesan cada vez más las segundas. Pero es difícil entender por qué un trabajo tan absurdo como el mío, archivero de un país en el extrarradio del primer mundo, está infinitamente mejor retribuído que un trabajo fundamental, como la producción del trigo con el que hacemos harina y pan, contenga muchos o muchísimos tóxicos, o la fabricación de tejidos de algodón mezclados con derivados del petróleo, si estos trabajos son realizados en los terceros, cuartos, quintos, … mundos.

El estado es otra de esas relaciones sociales generalizadas. Desde hace unas décadas (una milésima parte de la Historia de la humanidad sapiente) y en unos pocos países, el estado no ha ejercido su control social sólamente con una policía cada vez más capaz y otros mecanismos represivos. Ha incorporado las técnicas de disciplina social bien vistas: la escuela, el servicio militar, las pensiones, la atención médica. Está escrito en los versículos del Génesis. El primer día el dios Estado creó la escuela y vio que era buena. El segundo día el dios Estado creó las pensiones y vio que era bueno… Contribuyó en la aparición de otras técnicas disciplinariaas como la televisión o el internet y vio que eran buena. Ivan Illich hizo importantes intentos para quitar el velo a esas técnicas, pero socialmente es difícil el cuestionamiento.

Mercancía, dinero y estado son formas creadas por la sociedad, pero escapan a su dominio y más tarde se convierten en sus amos difusos, difícilmente inteligibles. Algunos entendimientos de la sociedad consideran que la sociedad todavía se puede apropiar de estas formas para asentar desde ellas el menos malo de los mundos.

El caso Almodóvar me hace pensar una vez más que ese propósito es frágil. Una parte de la socialdemocracia considera que las políticas tributarias son fundamentales para corregir el desigual reparto de renta que hace el capital. Vocifera contra los escurridizos capitales que huyen allí donde le aseguran más acumulación. La personificación del capital de rostro humano que es Pedro Almodóvar muestra su esquizofrenia, el abismo entre sus palabras y sus hechos; hay que hacer recortes entre otras cosas porque las personas como él evaden su deber de pagar impuestos. Al final el capital predica con sus actos.

Pero todos llevamos un Almodóvar dentro, como todos llevamos un Bárcenas dentro. Ese ejército de Almodóvares y Bárcenas gana cualquier guerra a las bandas desorganizadas de fraternidad y comunidad.

Tiene fe Amancio Ortega de que se merece su fortuna. Tiene fe Currito Smith de que se merece su salario por encima del valor de su fuerza de trabajo. Tiene fe Pepe El Laja de que no se merece su desempleo sin ayuda estatal. ¿Qué pensarán los africanos de los campos de refugiados o qué pensarían las más de 1000 personas que murieron en noviembre de 2013 en el derrumbe de la fábrica textil de Bangladesh?.

Los que tienen nada quieren algo,
los que tienen algo quieren todavía más.
Para pretender el mundo es largo.
Para conformarse se inventado el jamás (Silvio Rodríguez, Y Mariana).

Los hombres que piensan que se les paga demasiado son tan escasos como los hombres con dos cabezas. Está generalizada la sensación de que se paga demasiados impuestos y se reciben insuficientes servicios estatales. La suma debe ser positiva.

En ningún sitio está escrito cuánta capacidad hay que aportar y cuántas necesidades se nos está permitido cubrir. En esa incertidumbre, pese a lamentos de cara a la galería, vence el Almódovar que todos llevamos dentro, contribuiré lo mínimo, me aprovecharé lo máximo. En esa microfísica del capital, como deseo de acumulación, es donde nace su fuerza descomunal. Los fondos de inversión o los planes de pensiones son la forma más evidente, gigantescos capitales compuestos de pequeños, medianos y grandes capitales. El capital, como el estado de Hobbes, es un Leviatán.

Esto es algo más que consentimiento o concordia; es una unidad real de todo ello en una y la misma persona, instituida por pacto de cada hombre con los demás, en forma tal como si cada uno dijera a todos: autorizo y transfiero a este hombre o asamblea de hombres mí derecho de gobernarme a mi mismo, con la condición de que vosotros transferiréis a él vuestro derecho, y autorizaréis todos sus actos de la misma manera. Hecho esto, la multitud así unida en una persona se denomina Leviatán (Hobbes, Leviatán, Capítulo XVII)

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