El debate de distracción sobre el Impuesto de Patrimonio

Posted on septiembre 12, 2011

27



Después de dos años mareando la perdiz del impuesto a los que más tienen, a última hora el Gobierno se ha decidido a recuperar el Impuesto de Patrimonio, aunque haya que espera a que aprueben el Real Decreto-Ley… cosas muy raras se han visto. En otro artículo escribí como el impuesto a los que más tienen se convirtió a finales de 2009 en una elevación del IVA, la eliminación parcial de la deducción de los 400 euros aprobada un año y medio atrás, antes de las elecciones, y una insignificante subida de la tributación de las rentas del ahorro que ese mismo gobierno había bajado en muy mayor proporción en 2006. En un segundo artículo se repasa como se enterró el compromiso del presidente del gobierno al diputado de Izquierda Unida-Iniciativa per Catalunya, Joan Herrera, de implantar un impuesto a las rentas más altas. Se comprometió a ello el día en el que rebajó salarios a funcionarios, congeló pensiones, acabó con su populista cheque bebé, disminuyó la ayuda oficial al desarrollo, redujo la inversión, ahorró con la dependencia, … Finalmente, en un tercer artículo se explica la esquizofrenia entre la promesa del candidato a implantar un impuesto a las rentas más altas y la negativa del Gobierno a hacer algo semejante.

En una entrevista del 4 de septiembre Felipe González, en una entrevista en la Cadena Ser, sale a defender la estabilidad financiera pactada por el PSOE y el Partido Popular. Le preguntan por el impuesto y el expresidente manifiesta su opinión de que no le correspondía a este Gobierno poner en marcha un impuesto para ricos, sino al candidato prometerlo en campaña. El día siguiente, en otra entrevista al candidato, el candidato insiste en que incorporará un Impuesto de Patrimonio modificado. Todavía sólo es una propuesta de su programa.

No se apaga la cuestión. Los medios de comunicación seguían debatiendo, preguntando. En el Consejo de Ministros de 9 de septiembre los periodistas cuestionan al portavoz del Gobierno.

Tanto va el cántaro a la fuente que un día se rompe. Al día siguiente del Consejo de Ministros el candidato ya hace la petición al gobierno de recuperar el impuesto de patrimonio.

¿Por qué lo recupera?. A mí me parece nítido que se abrió el debate durante el mes de agosto y hemos estado hablando del Impuesto de Patrimonio todo este tiempo para mayor fama del candidato. Él contribuye a reiniciar el debate en agosto, medios afines como Público profundizan en la obviedad de lo poco que contribuyen los ricos e informan de la campaña del sindicato de millonarios sin fronteras suplicando pagar más impuestos, el gobierno se obstina en negar una decisión en ese sentido en todo este tiempo, el partido mayoritario de la oposición rechaza el impuesto. En medio del griterío «que sí, que no», sobresale la voz salomónica del candidato pidiendo la recuperación del impuesto: ¡milagro!.

En un país imaginario, los más ricos (cien de los mil habitantes del reino) celebraban una pomposa fiesta con el motivo de que después de las reformas políticas del Rey habían aumentado sus rentas del 55% al 65% de todo lo que se producía en el país. Algunos de los más pobres se acercaron, tocaron en la puerta. Salió el intermediario entre los ricos y el Rey. Les preguntó qué querían. El grupo de pobres pidieron que les devolvieran el 10% que habían perdido en esas reformas sobre el reparto de lo producido, ya que en las nuevas condiciones pasaban grandes penurias. El intermediario cerró la puerta, diciéndoles que trataría de arreglarlo, y rió estruendosamente cuando ya no lo veían. Compartió con los compañeros de fiesta el motivo de su carcajada. Inquirió más sosegado sobre lo que se podía hacer en ese caso. Le dieron algunas opciones, algunas de ellas totalmente descabelladas. Durante días decía a quienes le preguntaban que haría algo para que los pobres recuperaran el 1% y mejoraran sus condiciones de vida. Unos se oponían y otros lo aprobaban. Finalmente, eso hizo, recuperó un 1% de lo que habían derivado: los ricos no se opusieron en extremo y muchos de los pobres se mostraron muy agradecidos por el progreso; solo unos pocos pobres entendían que aquello era un timo, pero veían como sus compañeros no los escuchaban o les decían que estaban muy equivocados.

Como en el cuento del país imaginario, nosotros vivimos en un país con una presión fiscal bajísima, donde los ricos no pagan impuestos, evitándolos por la vía de la elusión o de la reforma fiscal, donde los servicios públicos no se sostienen, donde no se redistribuye la riqueza. En este país en el que la presión fiscal está a nueve puntos porcentuales PIB de la media de los países de la UE-15, el debate sobre la presión fiscal se reduce a «Impuesto del Patrimonio sí versus Impuesto del Patrimonio no». Sepan que la incidencia del impuesto de patrimonio es del 0,2% del PIB, por lo que pasaríamos de 30,4% á 30,6%. No es significativo.

La gravedad del reduccionismo del debate se puede observar por ejemplo en la forma en que el candidato responde en una entrevista en EL PAIS sobre los impuestos:

Ahora todo me parece caro. De hecho, a lo largo de la década de 2000 hemos perdido, por sucesivas bajadas de impuestos, 28.000 millones al año, en cifras constantes. Visto en perspectiva, es evidente que es un error. ¿Cuál es el problema conceptual de fondo? Es que la burbuja era coyuntural y la reducción de impuestos también era coyuntural, pero luego, en la práctica, es estructural. Bajar impuestos es una decisión que a todo el mundo le gusta, y subirlos es una decisión muy difícil desde el punto de vista político. Y por tanto, sí, la respuesta es: en la década de 2000 —y no quiero hacer énfasis en los distintos Gobiernos— hemos bajado entre todos 28.000 millones. Visto en perspectiva fue un error. Seguro que los liberales nos dirían «no, pero eso ha creado consumo y riqueza». Ya, ya, pero eso nunca se ha demostrado. Y sin embargo, te quedas sin 28.000 millones y luego, efectivamente, cuando tienes necesidad, ya no los tienes.

Es escandaloso que el partido más responsable en la pérdida de presión fiscal de 2,8% del PIB, según él, lo considere un error, no asuma responsabilidades por cometerlo y ni siquiera se proponga enmendarlo. Sus propuestas de recuperación de presión fiscal ascienden a 0,25% PIB. Además de lo tremenda que es la pérdida de presión fiscal, recursos públicos para acometer el sostenimiento de los servicios y las inversiones, hay que aclarar que se ha derivado presión fiscal de impuestos directos (en los que los ricos pagan más) a impuestos indirectos (impuestos donde pagamos por igual), por lo que la distribución de la carga cada vez pesa más para los que menos tienen y menos para los que más tienen. En tercer lugar es increíble que en la época de recalentamiento económico (burbujas) se rebajara la presión fiscal cuando la teoría de los ciclos económicos recomienda el aumento para no provocar tensiones inflacionarias, en aquella época en la vivienda o en las acciones de la bolsa.

Me hace gracia como algunos intelectuales progresistas, por ejemplo Ignacio Escolar, se alegran de que Rubalcaba haya roto un tabú, hablar de subir los impuestos. En realidad, el líder de uno de los dos partidos que no ha trabajado para recuperar progresividad fiscal o recaudación, no abre un debate sino que lo delimita. Los partidos minoritarios, y el PSOE en la oposición (donde simula con mayores energías las diferencias con el Partido Popular, que en el Gobierno se disipan), hace años que denuncian el enorme error del camino hacia la regresividad fiscal. Pero, para los grandes medios (posicionados con alguno de los bandos del bipartidismo), había que esperar a que un candidato de un gran partido dijera «mú», con la boca pequeña. Pues no.

El debate necesario para escapar a los estrechos márgenes del neoliberalismo consistiría en buscar las fórmulas para combatir ese gran fraude que denuncian los técnicos de hacienda y en elevar las tarifas de los impuestos directos; recuperar el impuesto de sucesiones y donaciones que corrió la misma suerte que el impuesto de patrimonio; eliminar deducciones del impuesto de sociedades que permiten los beneficios vergonzosos de las grandes empresas; dulcificar el IVA en determinados productos; acabar con sistemas fiscales especiales que compiten a la baja (como el de Canarias, Ceuta y Melilla, País Vasco); establecer un parámetro de distribución responsable de impuestos entre Estado, Comunidades Autónomas, Municipios; …

Además, debemos tener claro que el debate tributario es sólo uno más de los debates para la construcción de una sociedad más libre, igualitaria y justa. Las reformas laborales del neoliberalismo han sido el otro caballo conquistador de las oligarquías sedientas de riqueza y poder. Las guerra imperialistas o el endeudamiento de los pueblos son mecanismos de atrapamiento y saqueo…

No podemos permitir que el debate tributario se reduzca al sí o al no a la recuperación del Impuesto del Patrimonio y no podemos permitir que el debate electoral se encierre en esa cuestión menor. No deja de ser vergonzoso que haya tenido que llegar el carnaval de las elecciones para que los «socialistas» recuperen (nada de mejorar la progresividad) medio impuesto de patrimonio.

Posted in: Economía, Política