Taxonomía de las actitudes negativas hacia la huelga

Posted on marzo 10, 2012

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En ese pulso que los disconformes y disensuadores tenemos con el ambiente generalizado de conformidad y consenso, encontramos diferentes actitudes pasivas hacia cualquier asunto, ahora con respecto a la huelga general. En los primeros episodios de mi proceso de diálogo, debate, discusión en la cuestión de la adhesión a la huelga general voy descubriendo las diferentes posturas que muestran una sociedad asalariada, pues mi universo se forma de personas que trabajan generalmente en la Administración Pública, muy fragmentada. Ante una agresión tan evidente de la dirigencia granempresarial, granpolítica y granmediática como la que ocurre en esta etapa de aceleración (Zapatero, Rajoy)  del retroceso histórico, ya iniciado décadas atrás, sorprende que no haya mucha más adhesión a la resistencia.

La realidad, no obstante, es la que es. Intento hacer una tipología de las actitudes de desapego hacia la huelga que hallo en mis conversaciones.

Indolencia. Está muy extendida la actitud de inhibición porque lo propio todavía no está muy deteriorado y el perjuicio ajeno no afecta. Muchas veces debajo de esa actitud hay un abandono muy grave de la idea de sociedad-comunidad, de la empatía, de la solidaridad. Cuando aparece esta actitud, ni siquiera se habla de la reforma laboral o de los recortes sociales. El tema de conversación es la moralidad de vivir en sociedad y limitar la compasión a uno mismo o a un grupo cerrado. Se plantea un debate entre concepciones hobessianas y rousseaunianas de las personas.

Negación. Aquellos que opinan que esta reforma es muy positiva (“porque va a crear empleo” o porque piensan que sus amigos microempresarios con esta reforma, si se ven en una mala situación, no tendrán que perder tanto en la indemnización de sus empleados). Con ellos, la conversación abandona la esfera de la conveniencia de participar en la huelga. Se enfocan las causas y las consecuencias de la reforma laboral. Aunque la interlocutora sea una compañera asalariada es difícil transmitirle que estas reformas no crean puestos de trabajo (tarea que le corresponde al modelo productivo), que no le va a facilitar la actividad al amigo autónomo, que en general va a soltar las manos a la parte fuerte de la relación laboral.

Rechazo. Más difícil es el intercambio de ideas con aquellas personas que poseen un sentimiento de pertenencia al partido que adopta la decisiones. En esos casos, ya resulta difícil incluso hablar de la medida en concreto, pues muchas veces la conversación se deriva a la medición de la virtud de ese partido.

La indiferencia, la negación y el rechazo son tres actitudes de inhibición en una participación huelguística, porque el motivo no incita. Sin embargo, hay personas que comprenden el motivo, pero también encuentran obstáculos para incorporarse.

Miedo. Muchas veces el temor a la represalia actúa en las empresas como inhibidor de la posibilidad participativa. Sin negar que pueda haber situaciones en las que este miedo intervenga, pienso que en muchos casos se magnifica. De alguna forma, habría que calibrar sin aprehensiones subjetivas la dimensión del riesgo verdadero de recibir perjuicios por participar en una huelga.

Desconfianza. Vivimos en una sociedad en la que los sindicatos y otros agentes sociales han decepcionado con tanta profundidad a muchas personas que aparece la actitud de no querer acompañar a los grandes sindicatos en los actos de protesta. Sin embargo, quienes poseen esa actitud no valoran que en todas estas acciones siempre hay sindicatos menores que no han adquirido ninguno de los vicios que se le atribuyen a los sindicatos mayoritarios. Tampoco hay un sentimiento de responsabilidad con el hecho de que los sindicatos mayoritarios se hayan apartado tanto de una de las funciones que les corresponde, la lucha social. Finalmente, esa actitud igualmente no aprecia en su debida proporción el papel de lo sindicatos, que sólo son promotores y no responsables por completo de las acciones de protesta o de exigencia. El movimiento 15M en eso ha sido más sabio, ya que a pesar de sus reticencias participa con su bloque crítico en las acciones de los sindicatos.

Resignación. Muchas veces se manifiesta la incredulidad hacia la acción. Pesa una gran desilusión como si no fuera posible reanimar la capacidad de un pueblo de gobernarse sin manipulación de los poderosos. Se produce un lamento que no reacciona. Está claro que en la medida en que esa actitud se extiende y consolida más difícil se hace escapar a ella. Hace falta una rebelión contra la profecía autocumplida.

Impotencia. En ocasiones me plantean que no puede ser la huelga la forma de luchar. Me dicen que habría que buscar otras modalidades de confrontación. En esos casos me preguntó cuál va a ser esa fórmula mágica que nadie conoce y muchos desean. Me parece que no hay otra fórmula que el fuego lento de hacer conciencia, organización y lucha, no necesariamente en ese orden.

Comodidad. No es inusual encontrar igualmente quien no quiere hacer el sacrificio de un día de salario. A veces hasta dedicar un par de horas a una manifestación parece una malversación del rato. Esas actitudes me resultan especialmente tristes y cómicas al mismo tiempo. Tristes porque es una evidencia más de lo bien que el sistema nos ha educado para que seamos esclavos del modo materialista de vida al que aspiramos. Cómicas porque por no perder el salario de un día no se contribuye a la formación de un poder capaz de contrarrestar las fuerzas devoradoras e insaciables de rentas salariales.

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