En ese pulso que los disconformes y disensuadores tenemos con el ambiente generalizado de conformidad y consenso, encontramos diferentes actitudes pasivas hacia cualquier asunto, ahora con respecto a la huelga general. En los primeros episodios de mi proceso de diálogo, debate, discusión en la cuestión de la adhesión a la huelga general voy descubriendo las diferentes posturas que muestran una sociedad asalariada, pues mi universo se forma de personas que trabajan generalmente en la Administración Pública, muy fragmentada. Ante una agresión tan evidente de la dirigencia granempresarial, granpolítica y granmediática como la que ocurre en esta etapa de aceleración (Zapatero, Rajoy) del retroceso histórico, ya iniciado décadas atrás, sorprende que no haya mucha más adhesión a la resistencia.
La realidad, no obstante, es la que es. Intento hacer una tipología de las actitudes de desapego hacia la huelga que hallo en mis conversaciones.
Indolencia. Está muy extendida la actitud de inhibición porque lo propio todavía no está muy deteriorado y el perjuicio ajeno no afecta. Muchas veces debajo de esa actitud hay un abandono muy grave de la idea de sociedad-comunidad, de la empatía, de la solidaridad. Cuando aparece esta actitud, ni siquiera se habla de la reforma laboral o de los recortes sociales. El tema de conversación es la moralidad de vivir en sociedad y limitar la compasión a uno mismo o a un grupo cerrado. Se plantea un debate entre concepciones hobessianas y rousseaunianas de las personas.
Negación. Aquellos que opinan que esta reforma es muy positiva (“porque va a crear empleo” o porque piensan que sus amigos microempresarios con esta reforma, si se ven en una mala situación, no tendrán que perder tanto en la indemnización de sus empleados). Con ellos, la conversación abandona la esfera de la conveniencia de participar en la huelga. Se enfocan las causas y las consecuencias de la reforma laboral. Aunque la interlocutora sea una compañera asalariada es difícil transmitirle que estas reformas no crean puestos de trabajo (tarea que le corresponde al modelo productivo), que no le va a facilitar la actividad al amigo autónomo, que en general va a soltar las manos a la parte fuerte de la relación laboral.
Rechazo. Más difícil es el intercambio de ideas con aquellas personas que poseen un sentimiento de pertenencia al partido que adopta la decisiones. En esos casos, ya resulta difícil incluso hablar de la medida en concreto, pues muchas veces la conversación se deriva a la medición de la virtud de ese partido.
La indiferencia, la negación y el rechazo son tres actitudes de inhibición en una participación huelguística, porque el motivo no incita. Sin embargo, hay personas que comprenden el motivo, pero también encuentran obstáculos para incorporarse.
Miedo. Muchas veces el temor a la represalia actúa en las empresas como inhibidor de la posibilidad participativa. Sin negar que pueda haber situaciones en las que este miedo intervenga, pienso que en muchos casos se magnifica. De alguna forma, habría que calibrar sin aprehensiones subjetivas la dimensión del riesgo verdadero de recibir perjuicios por participar en una huelga.
Desconfianza. Vivimos en una sociedad en la que los sindicatos y otros agentes sociales han decepcionado con tanta profundidad a muchas personas que aparece la actitud de no querer acompañar a los grandes sindicatos en los actos de protesta. Sin embargo, quienes poseen esa actitud no valoran que en todas estas acciones siempre hay sindicatos menores que no han adquirido ninguno de los vicios que se le atribuyen a los sindicatos mayoritarios. Tampoco hay un sentimiento de responsabilidad con el hecho de que los sindicatos mayoritarios se hayan apartado tanto de una de las funciones que les corresponde, la lucha social. Finalmente, esa actitud igualmente no aprecia en su debida proporción el papel de lo sindicatos, que sólo son promotores y no responsables por completo de las acciones de protesta o de exigencia. El movimiento 15M en eso ha sido más sabio, ya que a pesar de sus reticencias participa con su bloque crítico en las acciones de los sindicatos.
Resignación. Muchas veces se manifiesta la incredulidad hacia la acción. Pesa una gran desilusión como si no fuera posible reanimar la capacidad de un pueblo de gobernarse sin manipulación de los poderosos. Se produce un lamento que no reacciona. Está claro que en la medida en que esa actitud se extiende y consolida más difícil se hace escapar a ella. Hace falta una rebelión contra la profecía autocumplida.
Impotencia. En ocasiones me plantean que no puede ser la huelga la forma de luchar. Me dicen que habría que buscar otras modalidades de confrontación. En esos casos me preguntó cuál va a ser esa fórmula mágica que nadie conoce y muchos desean. Me parece que no hay otra fórmula que el fuego lento de hacer conciencia, organización y lucha, no necesariamente en ese orden.
Comodidad. No es inusual encontrar igualmente quien no quiere hacer el sacrificio de un día de salario. A veces hasta dedicar un par de horas a una manifestación parece una malversación del rato. Esas actitudes me resultan especialmente tristes y cómicas al mismo tiempo. Tristes porque es una evidencia más de lo bien que el sistema nos ha educado para que seamos esclavos del modo materialista de vida al que aspiramos. Cómicas porque por no perder el salario de un día no se contribuye a la formación de un poder capaz de contrarrestar las fuerzas devoradoras e insaciables de rentas salariales.
Juan L. Pérez
marzo 10, 2012
Y no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Indolencia: Sí, implica una pobreza de sentimiento social. La moralidad de vivir en sociedad… ¿acaso no sería más «moral» pensar en vivir en una sociedad mejor?. Sin embargo éstas personas deberían pensar que la gran habilidad de los camaleones, tornarse del color de aquello que les rodea, es también, su punto flaco desde el momento en que no lo controlan. Me pregunto si tal ‘camaleonidad’ permanecería si lo que les rodease por todas partes fuese la pobreza.
Negación: No opinan, repiten. Para negar hace falta argumentar, cosa que no se hace, se repite la negación sin tener plena conciencia de lo que implica.
Un dato a tener en cuenta en lo que respecta a los autónomos. Tema complejo.
El 100% de los profesionales libres ubicados en el sector servicios que conozco secundarán la general. Son sector servicios o comercio de muy reducidas dimensiones. Si bien podría decirse que ‘ganan una pasta’ no ganan tanta, pero sí suelen tener una buena calidad de vida, Atienden o no al capital, pero es al obrero al que se le solventa el problema, el trato es ése. Es más plausible que tiendan al anarquismo o al cooperativismo, su visión social es amplia y crítica, aunque pudiese parecer lo contrario. Lo que los diferencia de un trabajor habitual es que ellos mismos crean su puesto de trabajo.
La mayor parte de los microempresarios, con 1-2 empleados, la temen, ‘por como están las cosas’ suelen estar de acuerdo con las bases, pero son reacios a secundarla, sumidos en la falacia de que ‘es posible que pierda si la secundo’. Sin embargo, no es éste el tipo de empresario hacia el que va dirigida la gratuidad del despido. Necesitan de personas de confianza, si a éso le sumamos la parquedad de su masa laboral, nos estamos encontrando en que más tarde o temprano, la empatía con el trabajador aparece. No secunda por miedo y traslada éste mismo miedo a su empleado (suelen tener uno sólo, quizá dos).
El que quiere ser un gran empresario: rechazo frontal. La huelga no es una opción, se ha sumado al poder, pretende ser parte de él.
Rechazo: Se han hartado tanto de repetirlo que ni siquiera lo argumentan, rechazan sin más. Ésto referido a la masa laboral en contra. Muestra la falacia ‘como yo pertenezco a éste grupo, éste grupo me protege’. Y no se dan cuenta que el grupo al que verdaderamente pertenecen está excluído del grupo al que pretenden pertenecer.
Desconfianza: He ahí un gran error. Si usted no está conforme con la actuación del sindicato al que pertenece, y por más que traslade a la cúpula su disentimiento (si lo hace),éste no le escucha, no le complace, no sigue las directrices que a su juicio debería seguir, pues… ¡bórrese de la lista y afiliese a otro, pardiez! será por sindicatos.
Resignación e impotencia: El robot. A mi juicio, el resultado de la implantación de métodos formativos enfocados al desorrollo de la productivad y no al desarrollo personal, sintetizan la victoria del sistema, simbolizan, a mi juicio, la indefensión, la incapacidad de reacción por defecto.
Comodidad: El autoengaño. Su propio egoísmo es crucial generosidad hacia el expoliador. Curiosa paradoja, sí.
Es bueno ésto de pensar muy semejante aún habiendo recorrido caminos muy distintos. 🙂
Un saludo.
Samuel García Arencibia
marzo 10, 2012
Hola, Juan L.
En el siglo XIX las injusticias de la fábrica, la mina o el campo eran una escuela de socialistas (todavía no se había producido el cisma de socialistas y comunistas). La realidad objetiva creaba revolucionarios y reformistas-progresivos. Parece que hoy esos espirítus no recorren Europa y es necesaria la labor de los herederos de aquellos para llevar la luz de la esperanza de una mejor sociedad.
Por eso, debemos entrenarnos y discutir. A veces la semilla cae en terreno abonado.
Ánimo en tu siembra.
Viktor
marzo 10, 2012
¿Y si esos espíritus revolucionarios vuelven a recorrer Europa? los espíritus reformistas-progresivos acudirán otra vez al pesebre de la burguesía a denunciar a los revolucionarios, recuerdo movimientos como las Brigadas Rojas, Acción Directa, GRAPO, RAF, IRA, etc. etc. que fueron duramente atacadas y fulminadas con bastante saña por esos «espíritus».
Un saludo.
Samuel García Arencibia
marzo 10, 2012
Hola, Viktor 🙂
La Historia nos da noticia de graves deslealtades entre esas dos filosofías del socialismo. No te lo discuto. Los dos deben ser autocríticos.
Con todo, en el momento presente lo más importante es despertar-resucitar al fantasma y no pronosticar las deslealtades en un eventual desencuentro entre sus dos almas.
Salud.
Jonathan
marzo 10, 2012
Madre mía pobres funcionarios que no sean fachas (que se que existen) pero son minoría. Cuando empiecen a echar a la calle a funcionarios ¿esperaran que alguien se movilice por ellos o que comprendan sus huelgas?
Yo entre los parados, que es mi ambiente laboral, sólo oigo odio hacia ellos, lo van a tener muy difícil para encontrar comprensión de alguien.
Juan L. Pérez
marzo 10, 2012
«Yo entre los parados, que es mi ambiente laboral, sólo oigo odio hacia ellos, lo van a tener muy difícil para encontrar comprensión de alguien.»
Pues, por desgracia, es justo lo contrario de lo que deberías oir. El funcionario, tras demostrar sobradamente que es apto para el puesto que desempeña, se esmera en cumplir una determinada serie de reglamentos que ponen a disposición del ciudadano los servicios del estado. Son, por tanto, el nexo perpetuo entre el estado y el ciudadano, el primer bastión que tiene éste último no sólo para servirse del estado si no también para, llegado el caso, defenderse de él. Se utilizan falacias en pos de desacreditar tal función, sin embargo, la gestión última de las diversas consejerías, la responsabilidad última, no reside en un funcionario, si no en un cargo político. Y es éste cargo político quien, una vez ocupado su puesto y creyéndose con la autoridad de hacer y deshacer, ya que «se la ha otorgado el pueblo», pone a los funcionarios contra las cuerdas, muchas veces sin conocer la dinámica y procedimientos que son aplicados en el área cuya responsabilidad máxima ostenta. Así, se explica que los funcionarios tienen una serie de «privilegios», para descargar sobre ellos la responsabilidad y salvar al político. ¿Alguna vez te paraste a pensar que quizá no sean privilegios sino derechos que deberían ser comunes a todos los trabajadores?
Después de éso, se pueden encontrar funcionarios viciados, personas que accedan a su cargo de forma poco honesta o, inclusive, ilegalmente. Pero para contener tales hechos deben existir mecanismos de control que decidan sobre la RESPONSABILIDAD PARTICULAR de tales actos. Lo que no convierte a todos los funcionarios en lo que nos quieren hacer creer.
Y no, no soy funcionario.
Un saludo.
Jonathan
marzo 10, 2012
Yo desde luego no criminalizo a los funcionarios, he trabajado con ellos muchas veces y sé que hay gente muy válida. Siempre los he defendido sabiendo que la gran mayoría son grandes currantes. Simplemente expresaba lo que últimamente me he encontrado en esos ambientes (del paro): el constante argumento de que si no hacen nada, que si te miran por encima del hombro, que si hay demasiados etc. etc. He tratado de combatirlo, pero es difícil…ahí estoy de acuerdo con lo que argumenta Samuel como la cola del paro es un terreno abonado para el fascismo, pero tampoco pierdo de vista la «encuesta» de opinión que ha hecho Samuel en su ámbito de asalariado funcionarial. Desde luego esas actitudes no nos ayudarán a la clase obrera ni por un lado ni por otro. Parece que se reproduce aquella máxima de «enfrentamiento de masas contra masas» (funcionarios vs parados et ali).
Samuel García Arencibia
marzo 10, 2012
Por introducir algún optimismo… Sólo identifiqué las actitudes negativas. Pero también tengo compañeros dubitativos y para mi alegría gente que secundará la huelga con espiritu sano de solidaridad con las víctimas de este reformismo-regresivo, de constituir un sujeto histórico popular, de mostrar la indignación, … En la huelga del 29S de 2010 sólo 11-12 de unos ochenta secundamos la convocatoria. En esta ocasión, duplicaremos o más. Sé que no es mucho, pero…
Juan L. Pérez
marzo 10, 2012
Te entendí, Jonathan, sólo te presentaba argumentos.
Samuel García Arencibia
marzo 10, 2012
Jo, Jonathan.
El empleado público posee en general los mismos vicios que otros arquetipos sociales. En general pienso que en el colectivo abunda el pensamiento progre-psoecialista o el pensamiento de desafección. En otros ambientes, la cosa es, por decirlo de alguna forma, más peor, un territorio vacío más abierto a ideas revolucionarias, pero fascistas.
Como sea, entiendo que en todos los ambientes debemos hacer las campañas educativas a favor de los programas que demandan igualdad, libertad y participación política, justicia social, … Ahora mismo, en todos los ambientes el pensamiento crítico de izquierda es muy minoritario. Es difícil encontrar personas con ese tesoro en su interior. En las manos creo que me sobran dedos. Pero hay un buen número que puede engrosar estas listas y a veces obtengo la alegría de ver pasos en personas inesperadas.
Los fascistas profundos son tan escasos como los comunistas o los anarquistas que mantienen el legado. La sociedad en general tiene un espíritu amorfo, anodino, maleable o de débil asociación a las ideas blandas de los partidos predominantes. Esta sociedad acepta las directrices del sistema, que son de contrarreforma continua desde hace tres décadas. Durante las décadas previa sí hubo una fase de orgullo popular de reforma-progresiva. Setenta años de paz social, de reforma y contrarreforma, con mínimos espacios para las revoluciones socialistas o fascistas.
Más que estigmatizar a los colectivos, hay que educar a los individuos para intentar hacer el contagio positivo.
Un día que te vea te cuento el último episodio de discusión con uno de esos pocos fascistas.
Salud.
dani...él
marzo 10, 2012
En estas circunstancias y espacio me toca ejercer de abogado del diablo. La huelga es el método de lucha de aquellos tiempos en los cuales el obrero no poseía otro. El sufragio universal estaba por venir o simplemente no se conocía qué era el restringido. Por tanto había que reclamar derechos mostrando los atributos de una clase esclavizada. Actualmente, pese a persistir la esclavitud, existen mecanismos de expresión aunque sean cada cuatro años. Es cuando las huelgas tienen menor sentido.
En otro aspecto cabría preguntarse de qué han servido a lo largo de la historia estos métodos. Entendiendo que el resultado de las luchas son los que son. Siguen habiendo empresarios y trabajadores después de siglos de reivindicación. Similar a decir que existen seres libres y esclavos. A estas alturas ya no deberían existir tales condiciones. Ni tampoco las legislaciones laborales que estamos discutiendo, destinadas a regular la contratación de esclavos. Los seres cuando son libres se defienden solos. En esclavitud es cuando es necesaria la protección. Como los animales requieren de protectoras los esclavos ahora clamamos al estado. Pero lo que necesitamos realmente es la libertad.
Samuel García Arencibia
marzo 10, 2012
Sería interesante saber cuál es tu concepto de libertad laboral en sociedad: ¿capitalismo con legislación laboral, cooperativismo, estatalismo, robinsonismo?.
Con respecto a la utilidad de la huelga en el momento presente escribiré a continuación. Está claro que la huelga es un instrumento más, que hay otros. Lo triste es que todos ellos están muy debilitados o distorsionados. El sufragio o la información que citas son dos ejemplos. En la democracia presente parece que el sistema de medios nos «invita» a pensar y votar a quien le interesa.
dani...él
marzo 11, 2012
Mi concepto sería medios de producción en manos de todos. La forma como se organizaran me daría lo mismo. Como los poseedores creyeran conveniente
Samuel García Arencibia
marzo 11, 2012
En el aspecto de la propiedad colectiva de los medios de producción también retrocedemos. En los siglos XIX y XX los Estados occidentales asumieron la inversión en algunos sectores en los que el capital privado no tenía capacidad suficiente (ferrocarriles, eléctricas, telecomunicaciones, … y también educación, sanidad, …). Al final del XX las plutocracias vieron allí un gran negocio no explotado. Privatizaciones. En España Solchaga da el pistoletazo y Aznar hizo una limpia magnífica. Zapatero lo intentó con Loterías y Aeropuertos. Rajoy también hará algún mérito.
dani...él
marzo 11, 2012
En el siglo XIX el ferrocarril fue construido y explotado por empresas privadas. La primera empresa estatal de ferrocarriles la fundó Primo de Rivera. Las empresas eléctricas otro tanto de lo mismo. Privadas todas ellas hasta que las nacionalizaron. La telefonía la explotó una filial de una empresa norteamericana en régimen de monopolio por concesión del estado. El capital privado tiene más capacidad que el público. Los hechos lo demuestran día a día. Lo que a veces no tiene el capital privado es la garantía de retorno de la inversión. Por aquello de no poder cobrar por lo servido.
Samuel García Arencibia
marzo 11, 2012
Veo que conoces esa Historia en detalles. Pero ahí están la nacionalizaciones de los años veinte, treinta y cuarenta y la formación de esas grandes empresas (Renfe, Endesa, Telefónica, Repsol, Tabacalera, Aena, …) y grandes servicios (educación, sanidad) por la iniciativa pública en esos dos siglos. Igualmente ahí está la tendencia de privatización de todas esas grandes empresas y de esos servicios desde hace treinta años. El capital privado se ha fortalecido precisamente en los procesos (privatización, concentración, acumulación) de estos tres decenios. Nunca antes tuvo la fuerza que ahora tiene.