Los dos tiempos del neoliberalismo y el «como sí»

Posted on enero 10, 2013

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Desde la revolución industrial y la aparición del movimiento obrero en el siglo XIX, las sociedades europeas identificaron al capitalismo. Desde muchas líneas de reflexión y matices dentro de ellas, se esforzaron en comprenderlo y averiguar sus contradicciones, causantes del malestar obrero, para organizar desde la consciencia un sujeto histórico capaz de echarle un pulso hasta vencerlo y liquidarlo.

De ese esfuerzo titánico en minas y fábricas surgió un enorme poder. No era todavía el sepulturero del capitalismo. Pero alcanzó una posición a la misma altura que la de la burguesía, desorientada en la época traumática.

A partir de la segunda guerra mundial, por muchas razones, el esfuerzo de investigación, conocimiento, difusión, organización y acción para afrontar el envite se relajó en los países europeos occidentales. En la Europa oriental y en Asia la decepcionante gestión de la transición hacia el socialismo evidenciaba que la transformación estaba rodeada de dificultades y riesgos gigantescos. Sólo en las colonias hubo una efímera sensación de avance histórico al librarse de los gobiernos directos de las metrópolis.

Hay una coincidencia en que en los años setenta se produjo otro de esos grandes giros históricos. En las economías de mercado occidentales se trazó la desarticulación del sistema de derechos sociales; el socialismo real albergó su retorno invencible al mercado; los países aparentemente descolonizados descubrían las nuevas formas de colonización.

En lo que respecta a las economías occidentales se inicia el desguace de los sistemas tributarios progresivos, se liberalizan los movimientos de capital, se despoja a la sociedad de las grandes empresas estatalizadas, se reforman las relaciones laborales individualizándolas y desgarantizándolas, se emprenden las reformas en los diferentes derechos sociales encargados al Estado.

Sin embargo, las sociedades occidentales sufrían la transición hacia un capitalismo sin migajas para la clase trabajadora sin capacidad de percepción de lo que ocurría. Las ideas críticas que a principio del siglo veinte habían pugnado por la hegemonía, se encontraban en situación de enorme debilidad.

El neoliberalismo ha hecho la mayor parte de su trabajo de erosión con sigilo y en medio de la inconsciencia colectiva, como decía Rubén Blades, «mientras la sociedad veía la telenovela».

De esa forma, en España sólo las minorías que no bajaron la guardia ideológica identifican a Felipe González con el representante del capitalismo en el gobierno que inició las reformas laborales de retroceso (especialmente en los noventa), que comenzó las privatizaciones, que asumió el acervo europeo de liberalización de la economía y las finanzas (la independencia del Banco Central Europeo, la supervisión del Banco de España, el euro), que reformó las pensiones en 1985 o la prestación de desempleo en 1992, … Suele ser recordado en el mejor de los casos como un gran estadista, como una figura internacional, como un progresista (sin contenidos) y en el peor de los casos como el señor X de la guerra sucia contra el terrorismo, como responsable de un nido de corrupción, como gobernante que dejó a España en bancarrota. (Omito para el interés de esta reflexión el referéndum de la OTAN, la guerra de Irak, …). Pero nunca como el primer piloto, al mando del gobierno, hacia el neoliberalismo.

Aznar hizo también muchos esfuerzos en la falsa liberalización (energía (donde trabaja ahora por un sueldo de dos cientos mil euros sin renuncia a su asignación de expresidente), suelo), más privatizaciones incluso en sanidad e educación universitaria con la LOU, una profunda y regresiva reforma tributaria en 1998, varias reformas laborales (alguna con apretón de manos de Gobierno, patronal y sindicatos mayoritarios, como la de 1997), … Suele ser recordado como el criminal de guerra de Las Azores o como el «meritorio» impulsador de una España que iba bien, con los pies de barro y hacia el precipicio. Una parte de la sociedad española lo identifica mejor como gestor de este cambio.

Finalmente a Zapatero le suelen atribuir dos etapas, la de doctor Jekyll (aumentó unos milloncitos las becas, repartió unos cheques bebé, hizo una ley sin fondos para la atención de personas en situación de dependencia) y otra de mister Hyde (los recortes, las reformas laborales,  la reforma de las pensiones, la reforma de la Constitución, …). Sin embargo, las entendederas comunes no llegaron a identificar la continuidad de los gobiernos anteriores ya desde el primer periodo con su gravísima reforma tributaria de 2006, la negligencia en el adivinamiento de las consecuencias del endeudamiento. Fue un neoliberal en su primer mandato con la chequera llena por los ingresos extraordinarios de la burbuja, hasta que se le acabó el invento.

La perfección del continuísmo de Rajoy no requiere mucho desglose, ya que ahora es el enemigo público número uno del país y son recientes sus contribuciones. Un neoliberalismo acelerado.

Monarquía, OTAN, profesionalización de los políticos, democracia delegativa conducida por los grandes medios, … y neoliberalismo han sido los ejes del programa del régimen. Al poco de la muerte del dictador la sociedad se entregó a una nueva forma de organización social en la que la democracia está controlada para conducirse hacia una dominación más proletarizada. La antorcha hacia sociedades más socialistas, libertarias y sencillas alumbraban menos que el foco de un capitalismo encandilante, detrás de cuyo brillo escondía un abismo.

Han sido tres décadas de transformación desde lo que David Harvey denomina capitalismo embridado hasta un capitalismo desatado. Este proyecto ya dolió en los noventa, tras el pinchazo de la burbuja de los ochenta y la senda de Maastricht hacia el déficit 3% y la deuda 60%. Pero en general ha sido un proceso indoloro debido a la anestesia usada, el endeudamiento que permitía un crecimiento que ocultaba el desarrollo del plan. El capitalismo nunca se ha movido y el neoliberalismo ya estaba antes de la simplista conversión de Zapatero en mayo de 2010.

Ahora llegamos al segundo tiempo. Parece que no hay más anestesia. Ya escuece y al resquemor de una sociedad acostumbrada al placer y al bálsamo, ahora sufridora de tormentos, se suman los efectos secundarios del narcótico inyectado hasta ahora, otra debilidad. No es más neoliberal el momento actual en el que se ejecutan los recortes suspendidos mientras el endeudamiento mantenía un crecimiento que generaba unos ingresos públicos extraordinarios que el neoliberalismo que durante el festín consumista a crédito distraía a la sociedad mientras se quitaban los pilares de lo ahora insustentable.

Si prestamos atención, en la sociedad se oye un lamento y una añoranza del 2005. Hay una pobre concepción de que aquello que era un neoliberalismo disfrazado de capitalismo bueno, oxímoron. La conciencia del pasado es mala, el presente es una emoción lastimosa, no se vislumbran caminos futuros de ruptura con el capitalismo, …

¿Qué hacer?. Actuar en un «como sí». Seguir, investigar y aprender, romper lazos con el capitalismo desde la misma rutina, apartarnos todo los más de la convención, compartir las ideas arrinconadas, organizar los grupos que cultiven la crítica y que exploren nuevas rutas, ensayar en ellos la sociedad que anhelamos, poner arena en el engranaje, acoger a los nuevos emancipados, soñar con que alguna generación será capaz y que nuestros desvelos actuales le sean de utilidad, … Actuar como si fuese posible recuperar la ilusión de progreso moral y político desde la consciencia.

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