Fundamento de la convicción de que el mundo tiene que ser capitalista

Posted on abril 6, 2012

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Muchas veces he escuchado a José Luis Sampedro con su sabiduría de verdadero maestro, sólo alguien que lo sea sería capaz de componer una novela coral como Octubre, octubre, nos explicaba cómo el sistema social desde niño nos va instalando el pensamiento por el que luego somos sumisos seres dentro del sistema, algunos con una actitud crítica, que se separa unos milímetros del pensamiento que sostiene la organización social. Hoy me acordé de Sampedro cuando leía a Alexander Berkman, El ABC del comunismo libertario. Me gustó tanto este párrafo que he querido compartirlo con quien quiera atenderlo.

Porque al trabajador, como al resto del mundo, se le ha hecho creer que todo está en orden y que debe permanecer tal como es, que, si algunas pocas cosas no son precisamente como deberían ser, es porque “la gente es mala” y de alguna manera todo se pondrá en orden por sí mismo al final. Considera si no es verdad esto en tu caso. En casa, cuando eras un niño y preguntabas tantas cosas, te decían que “así tiene que ser”, que “debe ser de ese modo”, que “Dios lo hizo así” y que todo estaba en orden. Y tú creías a tu padre y a tu madre, lo mismo que ellos habían creído a sus padres y madres, y ésa es la razón por la que ahora piensas exactamente como lo hicieron tus abuelos.

Después, en la escuela, te dijeron las mismas cosas. Te enseñaron que Dios ha hecho el mundo y que todo está bien, que tiene que haber ricos y pobres y que debes respetar al rico y debes estar contento con tu suerte. Te dijeron que tu país defendía la justicia y que tú debes obedecer la ley. El maestro, el sacerdote y el predicador, todos te inculcaron que tu vida estaba ordenada por Dios y que “se hará su voluntad”.

Y cuando veías que arrastraban a un pobre hombre a la cárcel, te decían que era malo porque había robado algo, y que eso era un gran crimen. Pero ni en casa, ni en la escuela, ni en ninguna parte te dijeron que es un crimen que el rico robe el producto del trabajo del pobre, o que los capitalistas son ricos porque se han apoderado de la riqueza que ha creado el trabajo. No, nunca te dijeron eso, ni lo oyó cualquier otro en la escuela o en la iglesia. ¿Cómo puedes esperar entonces que lo sepan los trabajadores? Al contrario, tu mente –cuando eras niño y también después– ha sido atiborrada tan plenamente de ideas falsas que, cuando oyes la escueta verdad, te admiras de que sea realmente posible. Tal vez puedes ver ahora por qué los trabajadores no entienden que la riqueza que han creado se la han robado y se la siguen robando cada día. “Pero la ley”, preguntas, “el gobierno, ¿acaso permiten ellos un robo así? ¿No está prohibido por la ley el robo?”

Berkman consigue explicar con su estilo sencillo la gran fuerza que el capitalismo obtiene en la traslación de las generaciones dominadas a las generaciones recién llegadas el modo de pensar que nos hace esclavos. Esas mentalidades son el verdadero amarradero de las sociedades a su rutina histórica de dominación.

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