Consumir de otra forma: Comer

Posted on julio 26, 2012

2



Me ha costado animarme a continuar la series de artículos sobre una forma solidaria, ecológica, anticapitalista, ética, responsable, … después de presentar la serie. Pero ya estamos aquí, dispuestos a reflexionar inicialmente sobre este aspecto.

Las referencias a mi pueblo (Juncalillo) en mi vida son constantes, porque en él viví el tiempo que marca especialmente a una persona. Por eso a veces se cuelan historias de aquel universo mágico. Cuando, viví allí mi infancia buena parte de los alimentos procedían de la tierra que teníamos a unos metros o a unos paseos de las casas. Era un pueblo residencial con huerta al lado, de limones, naranjas, higos, tunos, calabazas, calabacines, uvas, … En los bocados de tierra (el Diccionario de la RAE no reconoce la palabra «bocado» en la acepción que le daban en mi pueblo, como terreno delimitado para el cultivo) de forma intensiva se plantaban las papas (patatas), el millo (maíz), el trigo, la cebada, la orchista (término que no recogen ni el Diccionario RAE ni el de la Academia Canaria de la Lengua), legumbres, … Mi pueblo se situaba, desde el barranco, en la falda de la montaña y las generaciones históricas habían hecho la hercúlea tarea de hacer millones de paredes para horizontalizar la tierra y evitar que se la llevaran las aguas corrientes.

A las afueras, había zonas no aprovechables con la misma intensidad y regadío, que se dedicaban a la plantación de árboles frutales: ciruelas, almendras, nueces, manzanas, peras, … También había zonas para la alimentación del ganado que allí cuidaban: cabras, vacas y ovejas, gallinas, cerdos, principalmente, que también comían el forraje del millo, los cereales, …

Con la gran sencillez que tenía aquel modelo económico cada vez que empiezo una enumeración me doy cuenta de que eran miles y miles, una infinidad, los productos que las generaciones pasadas fueron capaces de obtener de aquellas tierras y aquel agua, con una agricultura de subsistencia y pequeño excedente para la venta, una agricultura igualmente de autoconsumo, una caza y una recolección complementarias.

Con todo, en mi generación se veía que parte importante de las rentas no procedían de la explotación agrícola-ganadera. En los años ochenta, venían bastantes rentas del trabajo asalariado en otros lugares.

Teníamos la pequeña tienda de Nicanor que servía para la importación de productos que allí no se daban. En lo que se refiere a la alimentación, que es lo que aquí se trata, traía plátanos y otras frutas que se daban en el pueblo pero en unas cantidades insuficientes para un consumo ordinario. También vendía la sal, el azúcar, galletas y una variedad de carnes y pescados en conserva, …  y bebidas alcohólicas. La aportación de alimentos importados en la dieta aumentaba con el pan de la panadería de Evelio, de harinas que principalmente venían de fuera.

En aquella época, la alimentación local era muy importante, ya que la tierra aportaba papas y gofio (dos elementos fundamentales de la dieta, por su aportación calórica), verduras y hortalizas, pero también leche, carne, huevos, … Sin embargo, parte de esta producción estaba también afectada por la invasión de la semilla externa (en el caso de la papa) o por el uso de venenos, insecticidas, abonos, … artificiales, lo que hacía que en pequeña proporción los alimentos producidos por mis padres, tíos y vecinos en algún momento estaban tocados por los tentáculos de la agricultura capitalista y contaminados.

___

Sin embargo, en nuestras vidas urbanas nos hemos acostumbrado a que el sistema cardiovascular del comercio nos ponga todos esos alimentos en unas estanterías a unos hectómetros de nuestras casas. El contacto directo entre la producción y el consumo se ha roto y los dos extremos de la cadena se han distanciado de tal manera que impersonalizadamente ninguno de los actores del juego conoce bien a los otros, produciéndose en ese desconocimiento de personas muchas desviaciones.

La producción en origen se ha lanzado en carreras de productividad para crear lo máximo posible y satisfacer la ansiedad de precios bajos del consumidor, envenenando y agotando la tierra mucho más allá de su pequeño o gran terreno, sometiendo a una vida de estrés a los animales que dan los huevos, la leche, la carne, poniendo pequeñas dosis de veneno en los alimentos que nos llevamos a la boca. En los muchos eslabones de la industria agroalimentaria y el comercio, gastamos enormes caudales de energía que proceden de fuentes agotables y emisoras de gases de efecto invernadero para la transformación, la refrigeración, el transporte, el embalaje (botellas, botes, latas), … En tal largo camino, las empresas de producción, transformación, transporte, venta al consumidor han experimentado los mismos procesos de concentración y acumulación, dando lugar a grandes empresas que someten a los trabajadores (cada vez menos en este sector, aunque trabajen lo mismo más) a condiciones angustiosas por la debilidad de su organización.

En lo que comemos identificamos por lo tanto la evolución normal del modo de producción:

  • una alimentación menos sana, que precisa más energía,
  • una población que abandona territorios que antes se dedicaban al cultivo para concentrarse en las ciudades, porque el excedente de su producción no obtiene la retribución suficiente para reproducir los gastos,
  • un campesinado que pierde la libertad de la producción para autoconsumo atándose a la sujeción asalariada de la producción, elevando la explotación a los trabajadores de las empresas, que buscan la aminoración de costes para poder competir y generar los beneficios que estimulan al empresario,
  • una aniquilación de los modos de vida tradicionales, que tenían unas reglas de respeto a la naturaleza con validez demostrada por los siglos de uso.

___

La tendencia histórica tiene un rumbo cierto. Algunas personas han querido saltar. Encuentro a personas que hacen su pequeño huerto, grupos de personas que se atreven a recuperar tierras abandonadas, parados que ven la oportunidad de tener algo que comer sin mendigar ayudas públicas, coordinación de personas y de grupos para producir y crear canales de penetración en un universo oligopolístico en el que hacerse un hueco supone pelearse con mecanismos con una gran fuerza inerte, productores que quieren desenvenenar la tierra y cultivar ecológicamente, consumidores que quieren alimentarse sanamente, sin consumir tanta energía para comerse un kiwi de Nueva Zelanda, sin hacer grandes a las empresas de la distribución.

Las mayorías occidentales transitan por el camino ancho que aumenta su irraciocinio. En cambio, unas minorías han saltado la valla. Seguramente la senda de la racionalización sea marcada por ellos. Hay que seguir esa bandera.

___

Ideas:

  1. Desmercadonalizar el consumo de alimentos. Evitar a Mercadona y a todos las grandes distribuidoras de alimentos al máximo. Yo todavía estoy sujeto en un par de productos.
  2. Tratar con el productor. En sentido contrario, a lo anterior, procurar comprarle a mismo productor o a alguien que esté cerca de ella (puede ser hombre o puede ser mujer). Mi mayor proveedor es Jonhatan.
  3. Cultivarnos. Convertirnos en pequeños agricultores para aprender de la experiencia.
  4. Fomentar la agricultura ecológica. La tierra agradecerá que alguien la limpie de los tóxicos que se han vertido en ella.
  5. Liberación del baratismo. Consumir fuera de los circuitos convencionales puede resultar monetariamente más caro, pero en salud, ecología y condiciones de los trabajadores es más beneficioso.
  6. Localizar. Es preferible la manzana de la comarca a la chilena, por muy buena que esté la variedad chilena, por el ahorro de energía en el transporte, el frigorífico, …
  7. Disfrutar de los sabores. El otro día me hizo gracia media docena de huevos que me trajo Jonhatan. De pequeño un maestro nos explicó que un huevo es irrompible por una persona si presiona las puntas del huevo con las palma de la manos haciendo palanca con los dedos enredados. Con los huevos producidos industrialmente esa ley se había derogado. Pues los huevos que me trajo volvían a ser invulnerables.
  8. Consume justamente. Además de comprar localmente, directamente, a los productores ecológicos, se puede comprar en tiendas de comercio justo a productores del mundo empobrecido a un precio que hace justicia a su trabajo.
  9. Consume menos. Todo hace indicar que nuestra generación occidental come demasiada carne, que necesita mucho forraje, que se obtiene muchas veces de la expulsión de sus tierra de cultivo de subsistencia en el tercer mundo para establecer grandes explotaciones para alimentar a las vacas de McDonall.
Posted in: Ética, Economía