La insoportable levedad de El Capital (de Piketty) (en el siglo XXI)

Posted on abril 13, 2015

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La insoportable levedad de El Capital (de Piketty) (en el siglo XXI) Debe advertirse que nada escrito por el autor de estas líneas es soportable ni trascendente más allá de la obra comentada. Sin embargo, el hastío y la inutilidad de estas y otras líneas son inocuas porque son escritas para que se las lleve el viento, sin grandes ediciones, publicidades, reseñas, conferencias, … La desigualdad social ha sido medida de muchas formas por diversos autores (Lorens, Gini) y métodos (correlacionando las rentas de cada una de las diez décimas partes o diez deciles de la población, creando coeficiente sobre esa correlación, comparando las veces que el quinto con más renta obtiene multiplica al quinto que menos tiene). Muchas instituciones nacionales o internacionales de estadística han usado diversas fuentes (sobre todo la tributaria o encuestas) para hacer los cálculos reales de esas curvas, coeficientes, multiplicadores, … para dar unos indicadores de desigualdad siempre débiles por la opacidad de las rentas y los patrimonios, por si las nociones no matematizadas no fueran suficiente para establecer la existencia de la desigualdad social. Al libro de Piketty se le atribuye un enorme esfuerzo de medición de la desigualdad de este tipo. Propone algún método nuevo (seguramente igual de válido que los anteriores) para hacer la medición, como la parte del ingreso del diez por ciento que recibe más renta en el ingreso nacional (por debajo de 30% en sociedades más igualitarias, por encima del 50% en sociedades más desigualitarias) o como la parte del patrimonio que posee el diez por ciento de la población con mayor riqueza en ralación al patrimonio nacional (por debajo del 50% en sociedades más igualitarias, por encima del 90% en sociedades más desigualitarias). Recopila datos de los países con mejores herramientas estadísticas en un recorrido bastante largo de tiempo. Llega a la conclusión de que las sociedades que reparten mal la renta y crean grandes patrimonios (la sociedad es patrimonial si el patrimonio multiplica demasiadas veces la renta) se bloquean económicamente. Sus esfuerzos por explicar la desigualdad no son tan convincentes. Se refiere a las políticas educativas, a la igualdad de oportunidades, a los sistemas fiscales progresivos, … Alcanza felicitaciones de la galaxia socialdemócrata en sus muchas versiones (en España, tenemos la versión principal del Pesoe, la versión revelación de Podemos o la versión secundaria de Iu). Para otras interpretaciones del mundo poco o nada aporta una obra tan celebrada en los medios de comunicación de masas. Como la obra adivina una enfermedad social en la existencia de desigualdad formula las recetas comunes de la medicina socialdemócrata: impuestos, servicios estatales. La desigualdad abordada es como de costumbre la desigualdad interna en las naciones. La desigualdad más dolorosa de naciones enriquecidas y naciones empobrecidas, desigualdad causada por lógicas de imposición (desde hace siglos) del mercado-mundo a pueblos que vivían en lógicas menos expansivas e invasivas y desigualdad causante de la exclusión de esos pueblos de sus hogares, que les condena a la miseria moderna, que se contrapone a la abundancia occidental, desaparecen del interés del autor, hombre blanco y europeo. Pero, lo que es peor, como le ocurre en general a este pensamiento convencional europeo, no tiene suficiente campo de visión para dar cabida a problemas no relacionados con la desigualdad, como el cambio climático, el problema energético, la pérdida de biodiversidad, la extinción de otras culturas, la construcción de un individuo occidental inconsciente, … Piketty vuelve a medir una desigualdad ya suficientemente certificada y se olvida de otra desigualdad demasiado obviada. Entiende malamente los orígenes de la desigualdad y pretende curarla con placebos ya ensayados. Es insensible al momento crucial que vive la humanidad. Escribe un best seller para un público deseoso de partidos, científicos sociales e intelectuales que confirmen que su sueño es posible e indoloro para otros. El libro lo pudieron escribir José Luis Rodríguez Zapatero, Alberto Garzón, Pablo Iglesias e incluso Felipe González en una de sus regresiones. Pero el autor titula de manera que algunos lectores puedan asociar la obra de Piketty con la obra de Marx. Y no se comprende cuál es la razón. La obra de Marx es sugerente. En ella se descubre la complejidad que brota de unas relaciones sociales vertebradas por la mercancía y conducidas por la acumulación. La psicología, la teología, la economía, la política, la ética, … pueden obtener luz en sus páginas. Es una obra capaz de engendrar el revisionismo de Bernstein y su penúltimo heredero Piketty, la interpretación pétrea del leninismo, críticas como la Walter Benjamin o los muchos movimientos autónomos. Tiene herramientas muy inspiradoras para todas estas opciones de interpretación como la lucha de clases, el estudio del valor, la constatación del fetichismo que crea la relación social-mercancía en la sociedad, … El ejercicio econométrico de Piketty y su propuesta socialdemócrata dificultan el pensamiento sensato y crítico otra vez, pero caen en un terreno abonado para este tipo de obras, una sociedad acostumbrada a un bienestar, consumo, espectáculo, una sociedad que no quiere renunciar a un presente ciego que destruye su futuro.

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